Un análisis determinó que la participación de las mujeres fue minoritaria en 552 investigaciones sobre tratamientos antirretrovirales, vacunas y estrategias curativas para el VIH, que estaban disponibles en la base de datos de PubMed, y que sumaban 144.033 pacientes.
En promedio, ellas representaron 19,2% de la muestra en investigaciones de tratamientos antirretrovirales; 38,1% en estudios de vacunas y 11,1% en trabajos que buscaban curas contra el VIH.
“Si las proporciones de género en las muestras clínicas no se corresponden con la realidad, los resultados del laboratorio podrían no coincidir con los observados en la población general una vez distribuidos los tratamientos”, advirtió Mirjam Curno, autora principal del estudio e investigadora en inmunología viral.
“Hay evidencia creciente de que las diferencias entre hombres y mujeres afectan al perfil y prevalencia de la enfermedad, como también la respuesta a las drogas, su metabolización. Si no se incluye un número adecuado de mujeres y no se buscan las diferencias potenciales entre géneros, existe el riesgo de que los tratamientos y esfuerzos de prevención no sean óptimos, o que incluso puedan causar daño a las mujeres”, alertó.
Otro hallazgo importante es que los estudios financiados con fondos públicos son los que menos mujeres parecen incluir. “Existen mandatos que rigen la paridad de género en estudios como estos, pero no siempre se cumplen”, añadió.
“Pero no todo es malo: la tendencia indica que está aumentando el número de mujeres participantes en este tipo de investigaciones”, señaló Curno. Por ejemplo, existe una tendencia creciente de participación femenina en los ensayos de antirretrovirales en los últimos 20 años, aunque aún lejos de alcanzar la paridad.
Verónica Miller, directora del Foro para la Investigación Colaborativa del VIH, dijo que, además del factor clínico, la inclusión de mujeres en estudios del VIH también trae beneficios de tipo social.
“La apropiación del proceso de investigación, las visitas adicionales a las clínicas y el acceso a mejores cuidados de salud, además de la sensación de haber contribuido al bien común (por haber participado de un estudio clínico), son beneficios no siempre evaluados, pero importantes”, refiere.
“Aunque los estudios no pueden ser considerados como ‘no éticos’ entre otras cosas porque no se puede probar la exclusión sistemática de las mujeres, tenemos que preguntarnos: ¿reflejan los valores, principios morales y responsabilidades de la comunidad que participa en la investigación? Por esta y otras razones, es necesario corregir cuanto antes el problema”, concluyó.
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Fuente: REC