Como publican esta semana en el último número de la revista Science Traslational Medicine, las células inmunes de estos niños están hiperactivadas desde el mismo momento de nacer, un hallazgo que podría abrir la puerta a posibles tratamientos en el futuro.
Los investigadores Yuxia Zhang y Len Harrison, de las universidades de Guangzhou (China) y Melbourne (Australia) respectivamente, analizaron el cordón umbilical de más de 1.074 niños nacidos en el hospital australiano de Geelong, y posteriormente siguieron la evolución de estos mismos pequeños durante su primer año de vida.
Como explican los científicos, aquellos que desarrollaron alergia a alimentos como la leche, los cacahuetes, los huevos y otros alimentos, mostraban ya desde el momento de nacer un cierto patrón inmunológico, caracterizado por una hiperestimulación de algunas de las células de su sistema inmune.
Concretamente, explican, estos pequeños tenían mayor número de monocitos y menos células T (otra pieza clave del sistema defensivo del organismo). La sobreactivación de los monocitos (un tipo de glóbulos blancos), se tradujo en la liberación de un gran número de moléculas inflamatorias, como las citoquinas.
Como explica Yuxia Zhang, hasta ahora ya se sabía que los niños con alergia tenían un marcado perfil proinflamatorio en el momento del nacimiento, “pero nosotros hemos descrito cómo este fenómeno puede causar una reacción alérgica a través de las células T”.
A pesar de que sugieren que contrarrestar esta cascada de inflamación con fármacos antiinflamatorios podría abrir una puerta al tratamiento de la alergia alimentaria en la infancia, los propios investigadores reconocen que no se sabe, por ahora, el mecanismo que gobierna este problema.
El Doctor Luis Echeverría, coordinador del Grupo de Trabajo de Alergias Alimentarias de la Sociedad Española de Alergología (SEAIC), está de acuerdo en que no es la primera vez que se relaciona un estado muy inflamatorio con la aparición de sensibilidad a ciertos alimentos. Sin embargo, aunque se trata de una investigación muy básica, “con métodos experimentales de alto nivel”, es importante en la medida en que abre la puerta a identificar marcadores de riesgo de alergias alimentarias. “Ya no sólo tratarlas con medicamentos que alteren las citoquinas [como sugieren los autores], sino intentar prevenirla precozmente, identificando a esos sujetos de riesgo desde el nacimiento”.
El estudio (que analizó las células de cordón umbilical tanto en el momento de nacer como congeladas posteriormente) no analizó, por ejemplo, si este mecanismo era diferente en función del origen del niño, porque se sabe, por ejemplo, que crecer en un entorno rural o cerca de animales tiene un efecto positivo en la reducción de la incidencia de alergias.
Por eso, añade Zhang, el siguiente paso de los investigadores es examinar si los menores con alergias a alimentos “tienen un fenotipo sobrerreactivo en el momento de nacer tanto desde el punto de vista genético como medioambiental”.
A juicio de Echevarría, sin embargo, las principales líneas de investigación en torno a la alergia a alimentos no van, sin embargo, por esta línea, sino por el papel que pueda tener una introducción precoz en la dieta de determinados alimentos muy alergénicos, como los cacahuetes o el huevo. “Algunos grandes estudios en esta línea, como uno reciente publicado en The Lancet, empiezan a cambiar las guías alimentarias, porque empezamos a ver que la introducción temprana de estos alimentos se asocia con una menor incidencia de alergias”, concluye.
Fuente: El Mundo