Tecnología argentina con impacto global: Microviscosímetro

Por su contribución a la prevención de enfermedades cardiovasculares en bebés, un desarrollo tecnológico de investigadores argentinos fue elegido por la Singularity University.

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Infografía: María Wright- CONICET

Cuando la investigación científico-tecnológica se combina con una idea creativa y con tenacidad emprendedora nacen proyectos que pueden mejorar las condiciones de vida de la población mundial. Esto lo aseguran los especialistas de la Singularity University ubicada en Silicon Valley, el centro de innovación tecnológica de California (Estados Unidos), y es lo que vieron en el proyecto que llevan adelante Nadim Morhell, Darío Antonio y Hernán Pastoriza; tres científicos argentinos que desarrollaron un microdispositivo que permite medir en bebés la viscosidad de la sangre con tan solo una gota.

La hiperviscosidad sanguínea en recién nacidos es un síndrome que se presenta en algunas poblaciones de riesgo y dificulta la circulación de la sangre en los primeros días de vida. Un diagnóstico temprano puede prevenir varias complicaciones como la muerte del tejido intestinal, insuficiencia renal, convulsiones y accidentes cerebrovasculares. Por ese potencial de prevenir un problema de salud de índole mundial y por su capacidad inventiva, el proyecto de start-up que motorizan dichos investigadores fue seleccionado entre otros 400 provenientes de todo el mundo para formar parte de un entrenamiento intensivo que la Singularity University llama  programa de aceleración de empresas emergentes.

El proyecto del Microviscosímetro ya lleva varios años de desarrollo técnico y tiene varios reconocimientos en su haber. En el año 2014 ganó un fondo EMPRETECNO que la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica otorga a través del Fondo Argentino Sectorial (FONARSEC). Con esos fondos los investigadores acaban de crear formalmente la empresa de base tecnológica MZP que brinda soluciones innovadoras basadas en micro y nanotecnología para aplicaciones en biomedicina.

Recientemente llegado de Silicon Valley, Hernán Pastoriza, investigador principal del CONICET que se desempeña en la Comisión Nacional de Energía Atómica y en el Instituto Balseiro (Bariloche, Río Negro), comenta los aspectos más relevantes de su experiencia de aprendizaje en la Singularity University, una universidad no convencional mundialmente reconocida por la innovación y creatividad que emergen de sus programas. 

¿Cómo fue recepcionado su caso en la Universidad?

Tuvimos una muy buena evaluación, mayor de la que esperábamos. Los especialistas que nos capacitaron nos aseguraron y nos concientizaron acerca de que nuestra tecnología puede tener un impacto global.

¿En qué sentido su start-up puede tener impacto global?

Nuestro proyecto se inicia a partir de la necesidad concreta de diagnosticar y monitorear el síndrome de la hiperviscosidad sanguínea en bebes prematuros, pero la tecnología también brinda otras aplicaciones. La más importante es que puede ser utilizada como marcador de riesgo cardiovascular en la población en general, y ahí es donde radica el impacto global que puede tener.

Infografía: María Wright- CONICET
Infografía: María Wright- CONICET

¿En qué consistió su estadía en Silicon Valley?

El programa se basó en una serie de charlas y talleres sobre el impacto de las nuevas tecnologías en los problemas globales, organización de empresas, maneras de armado de un plan de negocio para presentar a inversores, entre otros temas relacionados al mundo de los negocios. Se hizo mucho hincapié en talleres sobre la comunicación de los proyectos, es decir, sobre cómo hay que transmitir una idea en función de los diferentes públicos. También nos pusieron en contacto con mentores, emprendedores e inversores, y hubo un espacio específico dirigido a cada uno de los participantes donde pudimos trabajar en nuestro proyecto para pulirlo y volcar lo aprendido. Realmente fue una experiencia muy enriquecedora.

¿Qué es lo más relevante que rescatan del entrenamiento en Singularity University?

Creo que fue una enseñanza global. Más allá de la vinculación y contactos que nos generó, que sin dudas son valiosos, captamos la importancia acerca de que el desarrollo de una empresa debe ser integral y debe contemplar tres aspectos para ser exitoso: el técnico-tecnológico, el comunicacional y el marketing, es decir, de análisis de mercado. Estas tres variables es necesario que avancen coordinadamente porque de lo contrario las posibilidades de fracaso aumentan. La idea puede ser brillante pero si no podemos comunicarla de manera efectiva el proyecto puede fracasar. Lo mismo ocurre con cualquiera de las otras dos variables.

¿Ya se usa esta tecnología en los hospitales de Bariloche?

Si bien ya hemos hechos ensayos pre-clínicos, la tecnología aún no es de uso generalizado en la comunidad médica; de hecho estamos realizando estos estudios para comenzar en breve con la fase clínica.

¿Esperan dar el salto hacia un uso más generalizado del dispositivo?

Si, totalmente, es a lo que apuntamos a partir de la creación de MZP con la cual esperamos brindar soluciones de microtecnología biomédica para la prevención, el monitoreo y el diagnóstico clínico en todo el sector salud. Tuvimos algunas dificultades técnicas respecto a la producción de chips de microfluídica –parte del dispositivo- que diseñamos nosotros en nuestro laboratorio y mandamos a fabricar a Europa. Esto nos demoró el proceso de fabricación a una escala mayor. Estamos avanzando fuertemente en poder fabricarlos nosotros mismos con equipamiento propio para no depender de proveedores extranjeros

¿Alguna vez imaginaste llegar a esta instancia?

No, la verdad no me imaginé llegar a participar de una experiencia de este tipo en el Silicon Valley. Siempre me interesó el tema de transferencia del conocimiento del laboratorio a la sociedad y como esto puede ayudar a construir una sociedad mejor. Uno de los mecanismos de transferencia, pero ciertamente no el único, es la creación de empresas de base tecnológica. Para aquellos científicos y tecnólogos que eligen este camino implica involucrarse en muchos aspectos distintos a los que estamos acostumbrados y formados, por eso la participación en la aceleradora de Singularity University ha sido muy enriquecedora para todo el equipo.

Fuente: CONICET

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