¿Por qué no estamos preocupados por la próxima epidemia?

Como el catastrófico brote de la enfermedad por el virus del Ébola mató a 11.300 personas y costó miles de millones de dólares, la Organización Mundial de la Salud (OMS) trabajó para sentar las bases para asegurarse de que un brote nunca más alcance ese nivel de amenaza a la seguridad sanitaria mundial.

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2020

Como parte de su revisión en 2015, el organismo internacional se propuso identificar qué enfermedades tenían el mayor riesgo de causar una amplia emergencia de salud pública y tenían pocas o ninguna contramedida para prevenir su propagación a fin de catalizar fondos para su pre-vención. Tres años después, seis de las ocho categorías de enfermedades destacadas en la lista de “Enfermedades prioritarias modelo” de la OMS se encontraban en medio de brotes, al mismo tiempo.

Incluyen lo peor de lo peor: la enfermedad por el virus del Ébola, el síndrome respiratorio de Medio Oriente, la fiebre zika, la enfermedad por el virus Nipah, la fiebre hemorrágica de Lassa y la fiebre del Valle del Rift. Hasta el momento, los brotes de estas enfermedades y patógenos de alta mortalidad han causado al menos 190 muertes y han costado millones este año. Pero todas estas enfermedades tienen el potencial de volver a atacar y crecer, causando una epidemia que podría matar a miles de personas, devastar la economía mundial y causar estragos incalcu-lables, y las seis se encontraban en situaciones de brotes activos a partir de junio. Eso no tiene precedentes, de acuerdo con el Dr. Mike Ryan, director general asistente de la organización para la preparación y respuesta a emergencias de la OMS, en sus 25 años al frente de tales brotes.

“Existen estos cisnes negros que podrían ocurrir y tenemos el deber de prepararnos para ellos, porque nuestras economías y nuestras civilizaciones dependen ahora demasiado de la libre circulación de personas y de esa capacidad para el comercio. Entonces, cualquier cosa que apague eso es una gran amenaza”, dijo Ryan.

“El mundo generalmente verá de cuatro a cinco brotes diferentes de enfermedades de alta mortalidad al año, pero por lo general no están sucediendo al mismo tiempo. Esta es probablemente la primera vez que ocurre, y es, en cierto sentido, una ‘prueba de estrés’ global para la respuesta al brote”, agregó.

“Si alguna de estas cosas falla, especialmente más de una al mismo tiempo, entonces creo que seremos presionados con mayor intensidad para responder como comunidad de salud global”, dijo Loyce Pace, presidente y director ejecutivo del Global Health Council, una organización de membresía que cabildea por las prioridades de salud global.

Y aunque los brotes de este año han estado relativamente contenidos, a los expertos les preocupa que la falta de inversión en investigación y desarrollo como factores de riesgo para el crecimiento de brotes pueda llevar a un brote que no podrán detener. Eso no solo amenaza vidas, también podría amenazar la seguridad y la estabilidad mundial; después de todo, los brotes no respetan las fronteras.

Un aumento en los factores de riesgo

Parte de la razón por la que sabemos sobre más de estos brotes particularmente preocupantes es debido a avances positivos: los sistemas de salud en todo el mundo han mejorado, lo que significa que más personas que nunca antes tienen acceso a la atención médica. Y más instituciones, como la OMS y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, entre otros, están rastreando los brotes y manteniendo un mejor registro de las amenazas.

Pero en el fondo, un aumento en la conciencia no explica por completo el aumento en tales eventos de brotes, dicen los expertos. Varios factores importantes son los culpables de por qué el mundo está viendo más de estos patógenos cada vez más peligrosos. La combinación de una urbanización masiva y generalizada, un crecimiento explosivo de la población, un aumento de los viajes a nivel mundial, cambios en los factores ecológicos, un cambio climático constante y la explotación de los ambientes está impulsando una era de riesgo convergente para los brotes, según los expertos.

“Lo que cambia y cambia no son los insectos, sino los humanos. Lo que ha cambiado es nuestra relación con esos virus, nuestra relación con los bosques tropicales”, dijo Ryan.

Los humanos –y más de ellos– viven mucho más cerca, aumentando el riesgo de un brote en un centro urbano masivo. Los viajes en todo el mundo hacen que la difusión de algo como esto sea más fácil que nunca. Y el entorno cambiante –desde una exposición diferente en varias partes del mundo, una indiferencia general hacia el hábitat y el cambio climático continuo– significa que los seres humanos están viendo cosas que no habían enfrentado antes, en áreas que nunca antes las habían visto.

“Solo echemos un vistazo a África Subsahariana: ésta es la epidemia de fiebre hemorrágica de Lassa más grande que jamás se haya observado, y luego se produce un brote de enfermedad por el virus del Ébola en la República Democrática del Congo. No es poca cosa: subraya la necesidad de una mayor vigilancia”, dijo el Dr. Richard Hatchett, oficial ejecutivo en jefe de la Coalición para las Innovaciones de Preparación Epidémica (CEPI).

“Estas enfermedades pueden moverse y pueden aflorar, y si encuentran el ambiente adecuado tienen el potencial de explotar. Si piensas en las enfermedades como oportunistas que buscan lugares para surgir y diseminarse, es bastante aterrador”, dijo.
Y ese tipo de situación de brotes no solo amenaza a la gente en el epicentro del brote, sino que tiene el potencial de sacudir la estabilidad global.

“No solo están en juego las vidas individuales, sino que como ya hemos visto, una crisis como la de la influenza pandémica, el síndrome respiratorio agudo severo (SARS) o la enfermedad por el virus del Ébola pueden devastar sistemas y economías de salud completos, frenar el desarrollo futuro e incluso generar inestabilidad política”, dijo Rebecca Martin, directora del Centro para la Salud Global en los CDC. “La epidemia del SARS de 2003 causó 800 muertes y su costo fue de 40.000 millones de dólares. El costo de la próxima pandemia podría ser de más de 60.000 millones”, aseguró.

“Una laguna en las capacidades de respuesta de emergencia de salud pública siguen siendo una vulnerabilidad grave para todo el mundo. Si bien no sabemos cuándo o dónde ocurrirá la próxima pandemia, sabemos que viene”, agregó.

La urgencia de más investigación y desarrollo

Recursos globales tácticos masivos y una vacuna experimental fueron movilizados para sofocar el brote de la enfermedad por el virus del Ébola, que llegó a un centro urbano en la República Democrática del Congo. Se espera que el brote se declare terminado pronto, finalizando con un total de 29 muertes. Un record de 3.330 personas fueron vacunadas, según la OMS, y las organizaciones de salud globales completaron más de 20.000 visitas de seguimiento con el fin de mantener la propagación de la enfermedad, y por lo tanto las muertes, en un bajo nivel.

Estos recursos a gran escala son necesarios para combatir tales brotes y evitar que se conviertan en uno de importancia regional, nacional e internacional, y no estamos hablando solo de la enfermedad por el virus del Ébola.

Por ejemplo, más de 2.000 personas fueron puestas en cuarentena en sus hogares en el estado de Kerala, en el sur de India, durante el brote de la enfermedad por el virus Nipah. En Nigeria, los niveles de fiebre hemorrágica de Lassa “no tienen precedentes”; Kenya está luchando contra la temible fiebre del Valle del Rift, matando dromedarios y cabras presuntamente portadores, y Arabia Saudí ha encontrado cuatro clústeres distintos del síndrome respiratorio de Medio Oriente, dos de los cuales se encuentran en centros de salud.

“Y luego está el brote de fiebre zika”, dijo Hatchett.

“Sus tasas de infección generalizadas en todo el mundo, en lugares donde nunca se había visto el virus eran esencialmente un sustituto de “enfermedad X”, el patógeno emergente desconocido que es la octava categoría de enfermedades en la lista”, dijo Hatchett. La enfermedad X a menudo afecta más a los expertos en brotes, ya que la logística de preparar y combatir un patógeno desconocido es horrible. Así que cuando la fiebre zika explotó en 2016, a pesar de que se había visto antes, nunca había sido tan común, lo que lo hacía similar al temido dilema de la enfermedad X.

“Así que ahora, incluso dos años y medio más tarde, todavía no hay una vacuna lista para combatir el virus Zika”, dice Hatchett.

“Si tuvieras un virus que se extendiera como la influenza, que podría expandirse alrededor del planeta en 60 días, dos años y medio es mucho, demasiado tiempo antes de que tengas algún tipo de medida para detenerlo”, dijo Hatchett.

Se han hecho algunos esfuerzos para construir vacunas para estas enfermedades, antes de que el mundo las necesite desesperadamente. Por ejemplo, la CEPI, fundada en 2017 por un consorcio de instituciones, incluidas la Fundación Bill y Melinda Gates, el Wellcome Trust, el Foro Económico Mundial y los gobiernos de Noruega y Japón, busca crear vacunas para los virus Lassa y Nipah y el coronavirus causante del síndrome respiratorio de Medio Oriente, basándose en la lista de prioridades de la OMS. Otros esfuerzos incluyen la vacuna experimental contra el virus del Ébola desarrollada por Merck, así como algunos de los tratamientos experimentales para esta enfermedad.

“La creación de una organización global como CEPI es esencial, porque no existe una demanda comercial de estos medicamentos, hasta que la gente realmente los quiera. En otras palabras, financiar el costoso desarrollo de medicamentos para, por lo general, personas pobres en países pobres, no es rentable” dice Hatchett.

El hecho de que no se desarrollen drogas que combatan estos brotes raros, y potencialmente desastrosos, significa que cuando el mundo realmente los necesite, tardarán años en llegar. Costaría unos 2.000 millones de dólares traer vacunas y tratamientos al mercado para las 10 enfermedades conocidas de la lista, de acuerdo con los cálculos de CEPI. Está comenzando con 630 millones de dólares recaudados hasta el momento para apuntar al síndrome respiratorio de Medio Oriente, la enfermedad por el virus Nipah y la fiebre hemorrágica de Lassa.

Sin embargo, los expertos en salud pública a menudo citan el ciclo de pánico de la epidemia y el financiamiento de la salud pública, que se basa en que estos brotes son lo más importante. Y la investigación y desarrollo para luchar contra ellos no es diferente.
“El problema con la salud pública en particular y con la investigación y el desarrollo es lo que estamos tratando de hacer para evitar que sucedan cosas malas. Cuando tienes éxito, es relativamente invisible, por lo que el público no puede ver por qué la inversión es tan importante”, dijo el Dr. Thomas Inglesby, director del Centro de Seguridad Sanitaria ‘Johns Hopkins’.

Si bien la necesidad de investigación y desarrollo es mayor ahora que nunca, Inglesby dice que se ha sentido alentado por la cantidad de riesgos pandémicos que suceden en la actualidad. Señaló que las mejores evaluaciones mundiales de la OMS junto con el aumento de los índices de amenaza de brotes son pasos en la dirección correcta.
“Creo que estas enfermedades son parte del panorama de amenazas en el mundo. Hacen daño y causan brotes y vuelven a aparecer. No sabemos cuándo vendrá el próximo brote de la enfermedad por el virus del Ébola, pero sí sabemos que vendrá de nuevo, una y otra vez”, dijo Inglesby. Y cuando lo hace, la enfermedad no ve fronteras. “Sabemos que un brote que comienza en una aldea remota puede llegar a las principales ciudades en todos los continentes en 36 horas. En el mundo interconectado de hoy, una amenaza para la salud en cualquier lugar es una amenaza en todas partes”, dijo Martin, de los CDC.

Fuente: REC