Salud Sin Bulos: tras las ‘fake news’ que campan a sus anchas

La rápida propagación de los engaños en el ámbito médico a través de internet causa verdaderos estragos.

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Es el fenómeno de moda. Tanto por el éxito que están cosechando a la hora de difundirse como por el rechazo que causan en buena parte de la población cuando se analizan fríamente. Las ‘fake news’ (noticias falsas) han existido toda la vida, pero en los últimos años la globalización de la información ha mostrado que pueden ser una gran arma de desestabilización en muchos sentidos. De hecho, una investigación del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) ha podido confirmar científicamente que estas se extienden mucho más rápido que las verdaderas. El descrédito político es uno de los objetivos principales de quienes las crean, algo que pudo comprobarse en la campaña del referéndum por el ‘Brexit’ o en la de las elecciones generales de Brasil. Pero hay otras publicaciones que pueden afectar gravemente al estado físico y mental de una persona, y es en estas en las que iniciativas como el organismo Salud Sin Bulos juegan un papel clave.

La difusión de falsos tratamientos causa verdaderos estragos diariamente, más si cabe cuando una persona lleva un tiempo prolongado aquejada directa o indirectamente por una afección y ya ha probado diferentes soluciones que no le han dado los resultados que esperaba. Si a ello se le suma la búsqueda de la inmediatez a través de los grupos de WhatsApp y las redes sociales que reina en la era digital, en la que a menudo se echa en falta una apropiada reflexión sobre los datos importantes de los cuales se tiene conocimiento, los efectos pueden multiplicarse.

La infoxificación –proceso en el que la información recibida es mucho mayor que la que se es capaz de procesar, con las consecuencias negativas que ello acarrea– pone de manifiesto que “cuantos más usuarios estén expuestos a rumores sin fundamento, más probable es que salten la barrera de la credulidad” y que “las correcciones con frecuencia no reducen las percepciones erróneas y, en muchos casos, incluso las fortalecen, actuando como un efecto de contrafuego”, según se expone en un estudio elaborado por varias universidades italianas y el London Institute of Mathematical Science publicado en la revista Plos One de 2015.

Una tendencia preocupante en la que cada vez parece más difícil distinguir lo real de lo falso, sobre todo porque en buena parte de los casos el consumo de información es muy rápido y superficial y se basa en titulares y fotografías sin contrastar. Un contexto en el que los fabricantes de bulos sobre salud campan a sus anchas, empleando elementos de veracidad exagerados y dándoles una explicación pseudocientífica con visos de credibilidad.

Carlos Mateos es el coordinador de Salud Sin Bulos, un observatorio que nació de una inquietud al detectar sus integrantes que la respuesta a los engaños de salud por parte de organismos científicos se producía solo en algunas ocasiones y muy tarde. “Su mayor detonante fue el caso del bulo propagado por un presentador de televisión de que las vacunas producían autismo. Una pediatra, Lucía Galán, tuvo el valor de enfrentarse al personaje públicamente desmontándolo, a pesar de ser increpada por él, mientras que la Organización Médica Colegial tardó casi una semana en contestar”, explica el experto, que conforma la entidad junto con más de una veintena de sociedades científicas, organizaciones colegiales y asociaciones de pacientes y de comunicadores, además de un número creciente de profesionales sanitarios que actúan como ‘cazabulos’.

Existen diversas motivaciones a la hora de crear un bulo. “Por un lado, aquellos que buscan un beneficio económico directo, con donaciones o la venta de superalimentos, filtros, imanes o incluso derivados de la lejía. El beneficio a veces está oculto, porque se trata de perjudicar a un competidor. Esto lo hemos visto mucho en los de productos alimenticios o de belleza, cuyos componentes, de repente, empiezan a estar bajo sospecha de cancerígenos cuando están autorizados y otros productos los contienen”, sostiene Mateos. El coordinador de la iniciativa indica que también se dan muchos bulos en los cuales no se aprecia un interés económico. “Se dan factores de deseo de notoriedad, desinformación y buenas intenciones mal encauzadas. Hay famosos que sueltan barbaridades sin contrastar, no sé si para llamar la atención o porque están convencidos de ello”, remarca, añadiendo que en la difusión de estos engaños puede influir el “deseo de ayudar” que tienen las personas y que provoca que alguna vez se reenvíe un ‘whatsapp’ con una supuesta alerta de salud, “que al final acaba siendo como una cerilla más en un bosque”, asegura Mateos. “Tampoco faltan los conspiranoicos, grupos a menudo ligados a falsos tratamientos o despachos de abogados que sostienen que la industria farmacéutica y los gobiernos conspiran para enriquecerse con enfermedades inventadas y virus escondidos en medicamentos y vacunas”, subraya.

Las temáticas más falseadas

Desde el observatorio destacan que el cáncer es el ámbito sobre el que se generan más ‘fake news’ “porque es una enfermedad que todo el mundo conoce y teme y en la que el origen exacto es desconocido”. “Por eso es fácil apelar a los miedos para que un bulo sobre un producto supuestamente cancerígeno sea creíble y para todo lo contrario, para anunciar un superalimento o remedio milagroso para combatirlo”, explican. En este sentido, la plataforma y la Asociación Española Contra el Cáncer firmaron un convenio de colaboración para combatir las falsas noticias y frenar la expansión de las pseudoterapias en internet y las redes sociales.

Los engaños sobre este tema son frecuentes: que el sujetador con aros aumenta el riesgo de cáncer, que los móviles lo provocan o que calentar comidas y bebidas en recipientes de plástico está tras la causa de hasta 52 tipos de esta enfermedad. Asimismo, existen falsas creencias sobre el componente emocional, de forma que algunos bulos defienden que una actitud positiva o negativa puede determinar las posibilidades de curación de un cáncer, algo que han aprovechado algunos gurús para enriquecerse. A este respecto, desde la plataforma mencionan un estudio reciente de la fundación ‘Cancer Research UK’ que revelaba que un 43% de los ciudadanos británicos cree erróneamente que el estrés produce cáncer y que el 42% de los encuestados considera que los aditivos alimentarios pueden provocar la enfermedad.

Las pseudoterapias constituyen otro de los grandes focos en este sentido. “Cuando se habla de ellas, a menudo se incluyen en el mismo lote falsas terapias sin evidencia científica, o incluso peligrosas, con tratamientos no farmacológicos que sí que la tienen o técnicas que ayudan a que el paciente mejore en su estado anímico. El riesgo está en querer prevenir o tratar una enfermedad con una sustancia que no tiene esa indicación, porque además de exponerse a efectos secundarios, el paciente puede dejar de utilizar el tratamiento prescrito por su profesional sanitario”, expone Mateos.

El papel de las instituciones

Ante el considerable auge del fenómeno de las ‘fake news’, el responsable del observatorio considera que sería importante “contar con mayores esfuerzos por parte de las administraciones para poner cerco a su difusión”. “Los españoles somos los europeos que más nos creemos las noticias falsas, por lo que deberíamos liderar iniciativas para tratar de frenarlas. Cabe destacar que la Comisión Europea ha rechazado tomar medidas legales contra estos engaños, pese a que un informe de expertos del propio organismo refleja que el 83% de los europeos creen que las ‘fake news’ son una amenaza a la democracia”, expone Mateos.

Los profesionales del equipo de Salud Sin Bulos viralizan las informaciones falsas que les llegan a través de su web o de sus consultas médicas apoyándose en sus entidades colaboradoras. Para ayudar a los profesionales sanitarios y comunicadores en su labor, cuentan con la sección ‘Detrás del titular’, donde sus ‘cazabulos’ analizan titulares alarmistas de salud en internet y desmenuzan con argumentos científicos su origen e implicaciones para los pacientes. Mateos, que es además periodista, considera que los medios de comunicación deberían “tomar medidas básicas como buscar fuentes acreditadas a la hora de informar de temas sanitarios, evitar el sensacionalismo e informar con rapidez, pero siempre manteniendo cierto rigor”.

Si algún ciudadano detecta un bulo y quiere denunciarlo, además de acudir a la Guardia Civil y la Policía Nacional, desde la entidad recomiendan acudir al apartado de su web –saludsinbulos.com–, ponerse en contacto con ellos a través de las redes sociales o bien por correo electrónico con el fin de que su equipo de expertos evalúe el caso.

Fuente: Heraldo

Enlace de interés

Entrevista con el Lic. Carlos Mateos (España): Salud Sin Bulos