El coronavirus ha sacudido al planeta entero en poco más de 100 días. Modificó hábitos y alteró el estilo de vida del mundo. Los gobiernos se han visto obligados a tomar decisiones determinantes en un mar de incertidumbre, mientras que familias de todas las culturas han naufragado perplejas frente el avance de un virus que, por día, se roba la vida de decenas de miles de personas. Y entre tanto desasosiego, la ciencia resurge para regalar un respiro de esperanza.
Hoy todos los periódicos abren sus portadas con la misma idea clave: el avance científico puede salvar al mundo. Es, de hecho, el único recurso con el potencial de hacerlo. Y aunque los investigadores ya lo sabemos de memoria, este concepto se ha instalado con debilidad en el imaginario colectivo y popular. Hasta ahora. Porque, afortunadamente, esto también empieza a cambiar.
Dentro de las casas, los niños, inquietos, hoy preguntan sobre ciencia a sus padres. Los abuelos despiertan cada mañana con la ilusión de encontrar noticias científicas capaces de transmitir tranquilidad. Y hasta los adolescentes se graban videos reproduciendo conceptos científicos en diferentes idiomas que se viralizan en redes sociales. Y eso es maravilloso.
La ciencia y su capacidad de salvar vidas se convirtió en un tema cotidiano, permeándose, incluso, hasta en las conversaciones de los almuerzos de domingo, donde familias de toda clase social, país y etnia, se muestran deseosas por encontrar certezas entre tanta inseguridad. ¡Nuestra ciencia -hoy lo sabemos mejor que nunca- construye esas respuestas!
Interpretar esta coyuntura es una obligación técnica y moral que deben asumir los científicos y también los gobiernos. Debemos escuchar las inquietudes de la gente y acercarle evidencia para otorgar mayor seguridad. Por esto, desde Unesco impulsamos la campaña #NuestraCienciaResponde, una acción digital que propone una plataforma en donde compartir con la sociedad los avances e iniciativas de los sistemas científicos de la región en relación la covid-19. Es un reconocimiento a científicos y científicas que realizan un esfuerzo mayúsculo en la búsqueda de soluciones efectivas para llevar al mundo adelante. La iniciativa persigue, también, reivindicar los sistemas de investigación, que deben ser fortalecidos con presupuestos suficientes para poder operar en condiciones, no solo durante la crisis, sino, también, después de ella. Y resalta, además, la necesidad de generar acuerdos diplomáticos que permitan la colaboración e intercambio de conocimiento científico.
Ha llegado el momento de defender el derecho a la ciencia como nadie lo ha hecho hasta ahora. Es fundamental que más instituciones y personas se comprometan en esta discusión -igual que lo han hecho en el pasado con otros derechos fundamentales- y ayuden, en conjunto, a definir estándares y recomendaciones para los países de todas partes del mundo.
Desde Unesco se impulsa a los organismos gubernamentales y no gubernamentales del mundo a adoptar un rol activo en este proceso. Y es fundamental, en este sentido, la coordinación internacional para aunar esfuerzos. Con esa idea, Unesco convocó hace unas semanas una reunión global de ministros de Ciencia para comenzar a transitar este sendero y debatir sobre el acceso abierto en la ciencia. Pronto estaremos haciendo lo mismo a nivel de la región latinoamericana. Es sustantivo garantizar que toda persona acceda a los beneficios de la ciencia y es central planificar el acceso global a la vacuna que se desarrolle.
La diplomacia juega un papel central en este terreno, representa una estrategia que define la construcción de consensos y que, hoy más que nunca, permite alcanzar una visión y un plan de acción compartido. No solo en términos de cooperación particular entre científicos e investigadores, sino también inclinado hacia una gestión sensible de apoyo directo a países con menos producción científica. Desde Unesco se articulan estos diálogos y se convoca a que la ciencia interactúe con la sociedad, para levantar puentes que crucen fronteras y que resalten el papel que asume esta facultad en la construcción de un mundo mejor.
Aún estamos a tiempo de conseguir que el derecho a la ciencia sea una realidad tangible para todos los individuos del mundo. La coyuntura global nos regala una oportunidad única para demostrarle al planeta los enormes aportes de nuestra asignatura para mejorar el bienestar de las comunidades. Y sobre todo, para salvar vidas, hoy y siempre, sin dejar a nadie atrás. Es el momento. Aprovechémoslo. Porque la ciencia es de la gente.
Autora: Lidia Brito es directora de la Oficina Regional de Ciencias de la Unesco para América Latina y El Caribe
Fuente: UNESCO