Cada año nacen 1.500 niños con enfermedad de Chagas en el país

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Durante su primer embarazo, a los 22 años, Stella Maris Cabral se enteró de que tenía la enfermedad de Chagas. En aquel entonces le hicieron un análisis, de rutina, y al obtener el resultado positivo se desesperó sobre todo por su bebé y por la falta de información. Cabral recordó que cuando tenía cuatro años tuvo una gastritis hemorrágica por una medicación y necesitó una transfusión urgente. Asumió que desde entonces vive con la patología, que afecta principalmente el corazón, el tracto digestivo y el sistema nervioso.

“En 2015 empecé con el tratamiento que me ayuda a contrarrestar las secuelas que podría tener más adelante. Ninguno de mis dos hijos contrajo la enfermedad”, dijo Cabral, que ahora tiene 39 años y vive en Ezeiza, provincia de Buenos Aires. Esta dolencia, para la que no existe vacuna, produce crecimientos anormales en varios órganos, ocasionando diferentes síntomas como dolor, reducción de la movilidad y limitaciones funcionales. Cuando avanza la patología, suelen ser necesarias cirugías y trasplantes e incluso puede causar la muerte por insuficiencia cardíaca.

En Argentina, más de un millón y medio de personas vive con esta enfermedad potencialmente mortal, según un informe publicado por la Asociación Civil por la Igualdad y Justicia y otras organizaciones. Es el país de todo el continente con mayor número de casos. Le sigue Brasil, con 1.156.821, y México, con 876.458. Argentina agrupa 20% de la estimación global de la Organización Mundial de la Salud, que calcula que más de 7,3 millones de personas viven en zonas con presencia de vinchucas, el insecto transmisor.

Dos de cada tres contagiados viven en ciudades. En Argentina nacen cada año 1.500 niños con la enfermedad de Chagas, de los cuales, tan solo 30% accede al diagnóstico y, por consiguiente, a la posibilidad de recibir el tratamiento correspondiente, que en esas edades tiene hasta 95% de efectividad.

Muchas personas piensan que esta enfermedad ya no es un problema de salud pública. Si bien hubo avances importantes en el control de las poblaciones de insectos en las viviendas rurales, existen otras vías de transmisión. La segunda más relevante es la transmisión de madre a hijo, por vía transplacentaria. “De este modo, hay chicos que nacen con una hipoteca sobre su salud”, enfatizó el director de la Fundación Mundo Sano, Marcelo Abril.

Cabral forma parte del grupo Viviendo con Chagas, un espacio que fue creado para informar, concientizar y derribar mitos sobre la enfermedad. Allí se busca promover su abordaje desde una perspectiva integral. “Nos reunimos los martes, cada quince días, por Zoom por la pandemia. Me gusta la idea de poder ayudar a otros. Ahí, intercambiamos experiencias y miedos. También damos charlas”, cuenta la mujer.

Wilfredo Pozo Cabrera, de 60 años, también forma parte del grupo. Él se enteró que tenía la enfermedad a los 16 años cuando migró de Bolivia a Argentina. “En ese entonces, se pedía un análisis de sangre para sacar el documento de identidad y ahí me enteré que era positivo y mi mamá, negativo”, contó el hombre de 60 años, que es trabajador informal en González Catán, provincia de Buenos Aires.

Entre los seis y ocho años, Pozo Cabrera vivió en el campo y trabajaba en una carpintería para ayudar a su mamá. “Tengo el recuerdo que algo fuerte un día me picó, pero en ese momento ni me imaginé que podía ser la vinchuca. Tampoco sabía lo que era la enfermedad de Chagas”, contó. Después del análisis que le dio positivo, comenzó un tratamiento. Pozo Cabrera aseguró que sufrió discriminación a causa de la enfermedad. Dijo que lo perjudicó a la hora de buscar trabajo y por eso no le quedó otra opción que ganarse la vida en la calle. “Esto está invisibilizado”, expresó.

Desde el grupo en el que participan Pozo Cabrera y Cabral y junto a otras 15 organizaciones de la sociedad civil, reclaman que tras 13 años de vigencia de la ley de prevención y control de todas las formas de transmisión de la enfermedad se dicte una reglamentación que haga efectiva su aplicación de forma igualitaria. “Es la dolencia endémica más extendida en el país, pero desatendida por las políticas públicas”, expresan las organizaciones en conjunto.

La vía de transmisión clásica es la vectorial: las vinchucas pueden portar el parásito Trypanosoma cruzi y cuando pica defeca en la piel de su víctima que, al rascarse, lo introduce en su organismo. Así, una persona puede infectarse. Pero también, existen otras vías de transmisión no vectoriales, como la transmisión de madre a hijo durante el embarazo, las transfusiones de sangre, el trasplante de órganos y la ingesta de alimentos contaminados. No se transmite por contacto directo con personas infectadas.

“Si bien el Congreso argentino a través de la ley estableció el carácter prioritario de las políticas de enfermedad de Chagas para el Ministerio de Salud, su implementación a nivel federal todavía dista de ser una realidad. Y el acceso a la salud y la prevención son muy diferentes en las diversas provincias”, comentó Francisco Rodríguez Abinal, integrante del área de Derechos Económicos Sociales y Culturales en la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia, una de las organizaciones que participa del reclamo.

La docente e investigadora de la Universidad Nacional de la Plata, Cecilia Mordeglia, es integrante del grupo ¿De qué hablamos cuando hablamos de Chagas?. Ella considera que es más que una enfermedad, porque es una problemática socioambiental de salud, que requiere un abordaje integral y para eso es necesario convocar y articular a distintos actores para que se involucren.

“Si se considera a la vinchuca como la única forma de contraer la enfermedad de Chagas, no se estarían tomando todas las medidas necesarias para prevenir los contagios. Hay que poner especial atención en la transmisión vertical o transfusional”, agregó Mariana Sanmartino, investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) e integrante del mismo grupo.

La COVID-19 también eclipsa la enfermedad de Chagas

Lucía Kronhaus es directora de un centro de la organización Haciendo Camino. Ella trabaja en Herrera, localidad de la provincia de Santiago del Estero. “Nuestro objetivo es la prevención de la desnutrición infantil y para eso acompañamos a las familias en distintos aspectos.

En la zona, trabajamos con alrededor de 100 familias rurales. Si bien la enfermedad de Chagas no está dentro de nuestro foco de trabajo, no podemos hacer la vista gorda porque es un problema que existe entre las familias de nuestra comunidad. Para resolverlo, buscamos articular con el municipio y con organizaciones especializadas”, cuenta Kronhaus.

Durante un control nutricional, Kronhaus observó que una de las niñas tenía muchas picaduras. En un principio, no se alarmó, porque podían ser de cualquier insecto. Al mes, realizó una visita domiciliaria a esa familia, que está compuesta de una pareja de unos 20 años, la niña de tres años y un tío de unos 70 años. “En esa visita, me mencionaron de la presencia de vinchucas en la casa, hecha en parte a base de barro. Me comuniqué con autoridades del municipio para gestionar la fumigación del hogar y no dieron respuesta. Dijeron que no podían realizar las tareas de fumigación por el contexto sanitario”, relató la referente de Haciendo Camino. Durante 2020, y aún en 2021 la COVID-19 es la principal prioridad para los centros de salud. De este modo, se dejaron de lado otras afecciones y se postergaron tareas de prevención.

“Existe una deuda de un sistema de salud que no lo detectó a tiempo ya sea porque la vinchuca estaba en el lugar y podría haber sido controlada, o porque a la madre embarazada que se tendría que haber hecho una prueba para detectar la enfermedad de Chagas, no se la hicieron. Cuanto más cerca del momento de la infección, más altas son las probabilidades de curación”, añadió Favio Crudo, el coordinador del área médica en zona endémica de Mundo Sano. Abril, referente de Mundo Sano es contundente al respecto: “No hay que esperar que una persona llegue a consultar, hay que ir a buscarlo antes. Hay que llegar a tiempo”.

Fuente: REC