“Tenemos que usar el #MeToo, esta ola que nos obliga a revisar cuestiones de discriminación, de violencia en la comunidad, de marginación de las mujeres”, afirmó en París el director ejecutivo del Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida (ONUSIDA), Michel Sidibé. “Hay que usar este movimiento para reforzar el vínculo, que ya existía, de la lucha contra el sida y la violencia contra las mujeres”, insistió el 18 de julio al presentar los no muy alentadores datos del último informe anual sobre la batalla contra el VIH/sida en el mundo.
Datos recabados por el ONUSIDA durante 2017 dan una idea del problema. Cada semana, unas 7.000 mujeres jóvenes, de entre 15 y 24 años, son infectadas con el virus. En África Subsahariana, tres de cada cuatro nuevas infecciones afectan a mujeres adolescentes de 15 a 19 años. Además, las mujeres de 15 a 24 años son dos veces más susceptibles que los hombres de vivir con VIH.
Más de una de cada tres mujeres en el mundo (35%) ha sido víctima de violencia sexual o física, a menudo por parte de su pareja. Una encuesta realizada en 74 países halló que 18% de las mujeres casadas o en pareja de entre 15 y 49 años declaró haber sufrido violencia física y/o sexual por parte de su pareja en los últimos 12 meses.
En algunas regiones, las mujeres víctimas de violencia son 1,5 veces más susceptibles de contraer el VIH. “Hay una relación muy clara entre esas violencias y el riesgo de contraer el VIH”, subrayó el jefe del ONUSIDA. “No podemos ganar a esta epidemia si seguimos con esta tasa de violencia machista. Necesitamos nuevos programas para poner fin a la violencia contra las mujeres”, insistió Sidibé.
La violencia también hace que muchas mujeres no revelen que son portadoras a sus parejas, familia o ni siquiera a los responsables de salud, lo que “limita las oportunidades de recibir un apoyo y cuidados vitales”, subraya el ONUSIDA. Además, la violencia, o el miedo a sufrirla, puede hacer que a las mujeres les resulte más difícil aún insistir
en prácticas sexuales seguras y acudir a servicios de salud sexual o reproductiva.
Más allá de programas específicos para cada país y para ciertos sectores sociales, se hace imperativo, según el jefe del ONUSIDA, que la educación sexual forme parte del programa lectivo en las escuelas.
“Necesitamos un programa global de educación de la sexualidad, no podemos seguir cerrando los ojos ante este tema y decir que nuestros hijos no lo necesitan. Si no les damos las herramientas para que se eviten nuevas agresiones sexuales, no ganaremos esta batalla”, sostuvo Sidibé.
Un problema también interno
La propia organización no es ajena al escándalo en torno a la violencia sexual contra mujeres. Sidibé reiteró en París que no dimitirá pese a las críticas a su gestión de unas denuncias de agresión sexual de varias empleadas del ONUSIDA contra su antiguo número dos, Luiz Loures.
En 2016, Martina Brostrom, una funcionaria del ONUSIDA, denunció a Loures por acoso y agresión sexual. Un año más tarde, el Servicio de Evaluación y Audición de la Organización de Naciones Unidas concluyó que faltaban pruebas, pero criticó a Sidibé por haber intentado resolver el asunto de “manera informal” mediante un encuentro entre
acusadora y acusado. El pasado mes de abril, la investigación se reabrió después de que surgieran nuevas denuncias contra Loures de otras mujeres, incluida la antigua directora de igualdad de género del ONUSIDA, Malayah Harper.
Loures acabó presentando su dimisión y varias organizaciones de lucha contra el sida exigieron que Sidibé hiciera lo mismo. Este, sin embargo, defendió una actuación que vinculó a la confidencialidad que exigía, según él, la investigación y aseguró que si se mantiene en el puesto es, precisamente, para lograr una organización más “transparente” que proteja “a las mujeres y a las víctimas”. En este sentido, dijo que ha pedido una comisión de expertos que “revise nuestras políticas y nos ayude a cambiar las cosas”. Porque el problema, reconoció, “está en todas partes”.
Fuente: REC