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Egipto es el primer país en la Región del Mediterráneo Oriental en eliminar la filariosis linfática

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Este suceso sobreviene después de casi dos décadas de la implementación de medidas sostenidas de control y prevención (incluido el tratamiento masivo de las poblaciones) y la vigilancia en localidades afectadas y en riesgo.

El país se une a otros diez ya validados por la OMS como que cumplen con este criterio1. Después de implementar campañas de tratamiento a gran escala recomendadas por la OMS, Egipto continuó la vigilancia durante al menos cuatro años hasta que se validó la eliminación.

“Este es un logro histórico que brinda perspectivas de esperanza y una mejor salud para las futuras generaciones de egipcios”, dijo el Dr. Jaouad Mahjour, Director de la Región del Mediterráneo Oriental de la OMS. “Egipto continuará mejorando el manejo de la enfermedad entre las personas que ya están infectadas, así como aegurará que se mantenga una vigilancia adecuada para garantizar la transmisión cero”.

En 2000, Egipto fue uno de los primeros países del mundo en implementar un programa nacional de elimina-ción basado en la administración masiva de medicamentos. Siguió a la resolución de la Asamblea Mundial de la Salud sobre filariosis linfática de 1997, que solicitaba su elimina-ción global para 2020.

“La estrategia dependía del compromiso de alto nivel, la participación de las comunidades locales y la disponibilidad de medicamentos gratuitos donados a través de la OMS. Estas acciones combinadas proporcionaron las mayores oportunidades para la sostenibilidad del programa”, dijo el Dr. John Jabbour, Representante de la OMS en Egipto.

Esto requirió planificación, logística, coordinación y colaboración con otros ministerios, así como el desarrollo de la capacidad de los trabajadores de la salud y los trabajadores de la comunidad.

Al comienzo, Egipto tuvo que enfrentar varios desafíos, incluyendo el financiamiento de un programa nacional; la priorización de una enfermedad incapacitante y desfigurante en un entorno de recursos limitados; la determinación de su costo de implementación mientras se reforzaba el costo de los programas de gestión de la discapacidad, como la cirugía de hidrocele.

Después de Asamblea Mundial de la Salud de 1997, la OMS invitó a los países a acelerar los esfuerzos para eliminar la filariosis linfática como un problema de salud pública y lanzó su Programa Nacional de Eliminación de la Filariosis Linfática (NLFEP), que se proponía:

  • interrumpir la transmisión de la filariosis linfática a través de la administración masiva de dietilcarbamazina y albendazol, y;
  • aliviar el sufrimiento de las personas afectadas a través de la gestión de la morbilidad y la prevención de la discapacidad.

Enormes esfuerzos llevaron a la implementación de varias rondas de administración masiva de medicamentos hasta 2013, cuando las encuestas validaron que la infección se había reducido por debajo de los umbrales de transmisión.

Las evaluaciones finales realizadas entre 2014 y 2017 se centraron tanto en la transmisión como en la gestión de la morbilidad en los pacientes afectados, y confirmaron que Egipto ha cumplido todos los criterios para alcanzar la eliminación como un problema de salud pública.

“Nuestro objetivo final era eliminar esta enfermedad adoptando intervenciones de salud pública rentables y que favorecieran a las poblaciones más pobres”, dijo el Dr. Ayat Haggag, Subsecretario de Enfermedades Endémicas del Ministerio de Salud y Población de Egipto. “Nuestro gobierno está decidido a vencer a otras enfermedades tropicales desatendidas, como la esquistosomosis, el tracoma, la helmintosis transmitida por el suelo, la lepra y la leishmaniosis”.

Filariosis linfática en Egipto

La lucha de Egipto para superar la filariosis linfática es quizás una de las más antiguas en la historia de la salud pública, con actividades de campo que se remontan a principios del siglo XX. Sus manifestaciones clínicas ya están presentes en estatuas y obras de arte de la época de los faraones, y ya se describen en la antigua literatura árabe, aunque su agente causal, el parásito Wuchereria bancrofti, se documentó por primera vez allí en 1874.

La carga de la enfermedad se apreció plenamente en el siglo XX mediante encuestas a gran escala, que revelaron su endemicidad en las zonas rurales, especialmente en la región oriental del Delta del Nilo, donde se observaban comúnmente manifestaciones clínicas como linfoedema e hidrocele.

Primeros intentos de control

Las actividades de control de la enfermedad en Egipto comenzaron a principios de la década de 1960, dependiendo inicialmente del control del mosquito vector Culex pipiens y del tratamiento selectivo con dietilcarbamazina.

Nuevo tratamiento, mejores perspectivas

En noviembre de 2017, la OMS recomendó la combinación de ivermectina, dietilcarbamazina y albendazol (IDA), un régimen alternativo de tres fármacos para acelerar la eliminación global de la filariosis linfática.2

La recomendación siguió a grandes estudios aleatorizados realizados en cuatro países (Haití, India, Indonesia y Papúa Nueva Guinea) que encontraron que la IDA es tan segura como los regímenes de dos medicamentos cuando se usa durante las campañas de administración masiva.

La enfermedad

La filariosis linfática es causada por la infección con gusanos parásitos que viven en el sistema linfático. La manifestación de la enfermedad después de la infección lleva tiempo y afecta el sistema linfático, provocando un agrandamiento anormal de partes del cuerpo, causando dolor, discapacidad grave y estigma social.

Las etapas larvarias del parásito (microfilaria) circulan en la sangre y los mosquitos las transmiten de persona a persona.

Casi 856 millones de personas en 52 países en todo el mundo siguen siendo amenazadas por la filariosis linfática y requieren tratamiento preventivo para detener su propagación. La administración masiva de medicamentos realizada regularmente reduce la densidad de las microfilarias en el torrente sanguíneo y evita la propagación del parásito a los mosquitos.

La administración masiva de medicamentos puede interrumpir el ciclo de transmisión cuando se realiza anualmente durante 4-6 años con una cobertura efectiva de la población total en riesgo.

La sal enriquecida con dietilcarbamazina también se ha utilizado en algunos entornos para interrumpir el ciclo de transmisión.

Los parásitos que causan filariosis linfática son transmitidos por cuatro tipos principales de mosquitos: Culex, Mansonia, Anopheles y Aedes.

  1. Camboya, Islas Cook, Maldivas, Islas Marshall, Niue, Sri Lanka, Tailandia, Togo, Tonga y Vanuatu.
  2. La evidencia de estudios de investigación recientes ha demostrado que la adición de ivermectina a la combinación actualmente recomendada de citrato de dietilcarbamazina más albendazol elimina la microfilaria más eficientemente de la sangre que el régimen de dos medicamentos y es igualmente segura.

Fuente: REC

Listado de emisiones anteriores

Se calcula que cada año enferman de melioidosis unas 165.000 personas, de las cuales mueren 89.000

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Prasart Songsorn se levantaba cada mañana antes del amanecer para dirigirse a los campos antes de que el sol tropical y la opresiva humedad le impidiesen trabajar. Pasó sus 56 años en la pequeña plantación de arroz de su familia en el norte de Tailandia, trabajando descalzo en el barro tibio. Las botas aumentaban el calor y la humedad, y Songsorn no quería comprar algo que solo le serviría para sufrir más.

Aunque a mediados de su cuarta década de vida le diagnosticaron diabetes, Prasart tenía un aspecto sano y no faltó ni un solo día al trabajo. Por eso, cuando, a principios de junio de 2017, empezó a tener dificultades para respirar y fiebre alta, intentó aguantar. Cuando ya no pudo, viajó unos cuantos kilómetros hasta el hospital público de la zona, donde le diagnosticaron una dolencia renal debida a que nunca se había tratado la diabetes. Para entonces estaba tan enfermo que los médicos lo trasladaron al hospital Sunpasitthiprasong de la ciudad de Ubon Ratchathani, a unas dos horas de camino.

Su hermana pequeña, Aroon, no se fiaba del diagnóstico. “Si no puedes respirar, ¿cómo vas a tener un problema en los riñones?”, pensó, pero se imaginó que los médicos de la ciudad, que tenían más experiencia, no tardarían en averiguar qué era lo que no funcionaba. No fue así. Durante una semana, Prasart sufrió sin saber realmente qué le pasaba. Hasta que su hermano murió, Aroon no se enteró de que lo que tenía era una infección llamada melioidosis. Aunque es una de las principales causas de la neumonía en esta zona de Tailandia, especialmente en la época de lluvias, la enfermedad sigue siendo un misterio
para la mayoría de la gente.

“Nunca habíamos oído hablar de la melioidosis”, decía Sompurn, hermano de Prasart. “Cuando murió, nos dieron un folleto que explicaba que la enfermedad venía del suelo y la manera de protegerte”.

Enfermedades desatendidas

Direk Limmathurotsakul encuentra que, desde que empezó a estudiar la melioidosis en la Unidad de Investigación de Medicina Tropical Mahidol-Oxford (MORU) de Bangkok, en 2002, el reconocimiento oficial de la dolencia sigue siendo igual de escaso. “La desatención a la melioidosis es tal que la Organización Mundial de la Salud ni siquiera la incluye en su lista de enfermedades desatendidas”, declaraba en el congreso sobre bioamenazas que se celebró en Washington en 2017.

La melioidosis es una infección bacteriana que puede provocar una serie de síntomas que incluyen fiebre, dolor muscular, abscesos y tos, lo cual ha llevado a los investigadores a darle el nombre de “la gran imitadora”. Es difícil de diagnosticar, y para ello es necesario un proceso cualificado que puede llevar más de una semana, un tiempo del que los pacientes como Prasart a menudo no disponen.

Este hecho, unido al desconocimiento generalizado, ha tenido como consecuencia que nadie supiese cuántos casos de melioidosis había en Tailandia o en cualquier otro país del mundo. Limmathurotsakul se puso como meta en su vida cambiar esta situación y conseguir que la dolencia fuese reconocida como una de las enfermedades tropicales desatendidas más importantes del mundo.

Su mayor batalla ha resultado ser la que libra no contra la enfermedad, sino contra un enemigo mucho más formidable: la pasividad y la indiferencia de las burocracias gubernamentales. Limmathurotsakul sabía que la melioidosis era un gran problema; la pregunta era si conseguiría que alguien le prestase atención.

En la década de 1910, el médico británico Alfred Whitmore y el asistente quirúrgico C.S. Krishnaswami observaron una terrible tendencia entre los pacientes del hospital general de Yangôn, en Birmania (la actual Myanmar). A la clínica afluían sin cesar hombres jóvenes, muertos o a punto de morir, con fiebre altísima, malnutrición y marcas de haberse inyectado opio. Al principio, Whitmore sospechó que la droga era la causa de su enfermedad, pero la rapidez de su deterioro y la localización de los abscesos lejos de los puntos de punción hicieron que lo reconsiderase.

Cuando él y su colaborador cultivaron bacterias tomadas de las erupciones, descubrieron que “los cultivos tanto de los pulmones como del bazo producían un crecimiento exuberante en cultivo puro del bacilo objeto de estudio”. Llamaron a la bacteria Bacillus pseudomallei, pero, sin antibióticos, había poco que hacer por esos pacientes malnutridos, débiles y vulnerables.

En los 80 años transcurridos entre el descubrimiento de Whitmore y Krishnaswami y la licenciatura de Limmathurotsakul de la facultad de Medicina ha habido pocos cambios. La enfermedad recibió el nombre oficial de melioidosis en 1932, y los científicos descubrieron la presencia de la bacteria (rebautizada Burkholderia pseudomallei en 1992) en los suelos y el agua de todo el Sudeste Asiático, aunque la enfermedad se localizaba principalmente en Tailandia, Myanmar, Camboya y Laos.

Alta mortalidad

Aprender a tratar la melioidosis fue la prueba de fuego. Limmathurotsakul había leído al respecto en los libros de texto, pero nunca había tratado a un paciente hasta que llegó al hospital Sunpasitthiprasong de Ubon Ratchathani. Aunque ya tenía antibióticos a su disposición, pocos resultaban eficaces contra la enfermedad. Además, para cuando los pacientes llegaban a la clínica, algunos de ellos estaban demasiado enfermos para que los antibióticos sirviesen de algo. “Alrededor de la mitad de los pacientes a los que traté murieron. Era como lanzar una moneda al aire”, recuerda.

Durante la estación de lluvias, entre julio y octubre, los aguaceros torrenciales “levantan” la bacteria que vive en el agua y el suelo. Los científicos no conocen aún con exactitud la causa. Una hipótesis es que la lluvia la deje en suspensión en al aire, de donde luego es inhalada. Esta es también la estación en la que los arroceros como los Songsorn pasan largas jornadas en los campos, con sus extremidades desnudas sumergidas en la tierra y el agua cargadas de B. pseudomallei. El resultado es que los casos se disparan y desbordan los pabellones del Ubon Ratchathani especializados en la dolencia.

Durante su primera estación de lluvias, los días de Limmathurotsakul en el sofocante pabellón de melioidosis tomaron la forma de una desalentadora rutina. “Te dabas una vuelta por la planta y no veías más que melioidosis. Cada dos o tres días moría alguien”, cuenta. Nuevos pacientes reemplazaban rápidamente a los que no sobrevivían.

Ese año, más de 100 personas murieron de melioidosis solo en Sunpasitthiprasong. A pesar de la monotonía del trabajo, Limmathurotsakul sabía que los enfermos a su cuidado tenían una importante ventaja sobre la mayoría de los demás infectados por la enfermedad, porque habían acudido a un hospital que podía diagnosticarlos y tratarlos.

La variedad de síntomas de la enfermedad hace que sea difícil diagnosticarla. La misma bacteria puede provocar neumonía a una persona, septicemia a otra, y un absceso en el codo a una tercera. En un pequeño estudio realizado en un hospital, más de la mitad de los niños con melioidosis había llegado con infecciones locales, a menudo en las glándulas parótidas, mientras que en Australia, donde la melioidosis suele aparecer en las zonas aisladas del Northern Territory, los hombres mayores tienen una probabilidad desproporcionada de que les salgan abscesos en la próstata.

Igual que en época de Whitmore, para diagnosticar la melioidosis hay que hacer cultivos de bacterias procedentes de los abscesos, la orina, los esputos, la sangre y cualquier otro fluido en el que el médico considere que se puede encontrar la enfermedad, explica Vanaporn Wuthiekanun, una microbióloga de voz suave que forma parte del MORU y que ha trabajado con melioidosis en Sunpasitthiprasong durante más de 30 años.

“Es fácil si tienes experiencia, pero para quien no tiene mucha, es complicado”, afirma. También es largo y, como en el caso de la familia de Prasart Songsorn, mucha gente no sabe qué ha contraído su familiar hasta que muere, si es que llegan a descubrirlo alguna vez.

Incluso si se diagnostica a tiempo, la melioidosis es difícil de tratar. La membrana exterior cerosa de la bacteria la hace resistente a la mayoría de los antibióticos. Fármacos como la gentamicina, empleada para tratar la neumonía y la septicemia, no funcionan con la melioidosis. El tratamiento de la enfermedad exige más bien dos o tres semanas de administración intravenosa de ceftazidima en el hospital, seguida de tres a cinco meses de antibióticos orales como paciente ambulatorio.

“Cuanto antes comience el tratamiento, mejor”, afirma Wuthiekanun, pero ni siquiera el tratamiento precoz supone una garantía. Las tasas de mortalidad de la melioidosis en Tailandia ascendían a 50% cuando Limmathurotsakul comenzó su estudio, y no han mejorado mucho desde entonces. En el norte de Australia, fallecen al menos entre 10 y 20% de los pacientes.

Según el baremo de la mayoría de las enfermedades infecciosas, explica el infectólogo australiano Patrick Harris, es un porcentaje astronómico. Compárenlo con otras enfermedades tropicales desatendidas y más conocidas: la malaria (tasa de mortalidad de 0,2%), el dengue (1%, más elevado en los casos graves), enfermedad de Chagas (menos de 5%) y leptospirosis (5-15%).

“A escala mundial, la carga de mortalidad sigue siendo muy elevada, probablemente porque las personas acuden tarde al médico. No pueden llegar con rapidez al hospital. A menudo está más extendida en comunidades pobres, entre campesinos, personas que tal vez vivan muy alejadas de una gran ciudad o de un hospital importante. Hay muchos factores sociales más”, remacha Harris.

Limmathurotsakul sabía que el desfile de pacientes que pasaba por su sala de melioidosis no podía ser más que una pequeña fracción de la carga total de melioidosis del país. Muchos pacientes morían antes de poder llegar al hospital; otros pedían ayuda a una mezcolanza de proveedores de salud comunitarios, que les recetaban de todo, desde penicilina hasta remedios de hierbas o masajes. Tailandia, comprendió, tenía un importante problema de melioidosis. Si él veía 100 muertes por esta enfermedad en un único hospital solo durante la estación de lluvias, debían de estar muriendo anualmente decenas de miles de personas.

Falta de información

Pero desde 1947, cuando Tailandia publicó su primer caso de melioidosis, la cifra oficial anual es diminuta; incluso a mediados de la década de 2000, se declaraba aproximadamente un caso cada 100.000 habitantes. Laos no docu-entó los casos de melioidosis hasta 1999. Los únicos casos conocidos de Birmania/Myanmar desde 1945 corresponden a viajeros. La falta de datos creaba un problema circular: los organismos de financiación no daban dinero para investigar una enfermedad que no parecía presente, pero si no disponía de fondos, Limmathurotsakul no podía obtener datos para demostrar que sí lo estaba.

“La principal pregunta que todos intentan plantear es cuántas personas mueren debido a la enfermedad, porque si no lo sabemos, los políticos no se mueven”, dice.

La fiebre empezó en febrero. A Pailat Ganjanarak le resultaba cada vez más difícil pasar por alto la fatiga, los escalofríos y los vómitos, de modo que fue a que le dieran un masaje, un común curalotodo para enfermedades leves en esta parte de Tailandia. No sirvió de nada.

Entonces, este infectado de 55 años, propietario de una pequeña tienda de comestibles junto a la carretera principal que sale de Ubon Ratchathani hacia el sur, fue a un médico, que le diagnosticó un problema inflamatorio y le recetó esteroides. Al cabo de una semana, Ganjanarak estaba más enfermo que nunca. Doce días de antibióticos tampoco le ayudaron. No paraba de empeorar. “Estaba tan enfermo, que ni siquiera podía andar”, dice.

Su esposa lo llevó al Hospital Sunpasitthiprasong, esperando que los médicos pudieran determinar cuál era la misteriosa enfermedad que Ganjanarak padecía. Los cultivos de sangre no dieron una respuesta hasta mediados de marzo, más de un mes después de que contrajese la enfermedad. A pesar de vivir casi toda su vida en la parte del mundo en la que la melioidosis está más extendida, el enfermo no había oído hablar de ella. Y la mayoría de sus amigos, tampoco. “Casi nadie me creía, porque nunca habían oído hablar de ella”, asegura.

“Todo el mundo conoce la leptospirosis –una enfermedad bacteriana que puede causar problemas renales–, la meningitis y la neumonía, pero es raro que alguien haya oído hablar de la melioidosis”, comenta Pornpan Suntornsut, miembro del departamento de investigación de la melioidosis en el MORU-Sunpasitthiprasong. Calcula que solo 2% de la población de Ubon Ratchathani sabe qué es. Y los médicos no siempre saben mucho más.
En opinión de Suntornsut, esto refleja la actitud oficial hacia la melioidosis. Los pacientes no saben preguntar por la melioidosis, los médicos no pueden dar un diagnóstico rápido y la administración pública no tiene datos suficientes –o voluntad política suficiente– para hacer algo al respecto.

Otro problema es el sistema de declaración obligatoria de enfermedades en Tailandia. Después de la Segunda Guerra Mundial, explica Limmathurotsakul, el Gobierno quería un método para descubrir y contener los brotes de cólera. Al principio, lo único que hacía falta era una llamada telefónica al Ministerio de Salud Pública para que enviaran técnicos a investigar.

Sin embargo, a lo largo de los 60 años siguientes, se añadieron cada vez más enfermedades a la lista. En la actualidad son 78 en total. Pero en la mayoría de los hospitales de Tailandia, incluidos los de 1.000 camas que pueden tratar hasta 200.000 pacientes al año, sigue habiendo solo una persona responsable de declarar todas estas enfermedades, según Limmathurotsakul.

En su opinión, esto hace que el sistema sea proclive a cambios de prioridades: “Este año, hay pánico al dengue, de modo que el Ministerio de Sanidad dice que declaremos los casos de dengue. Lo hacemos. Necesitamos los datos para comunicarlos a la población. Ya sea pánico a la influenza, pánico a la influenza aviar, a la enfermedad por el virus del Ébola, al cólera… Cualquier pánico que haya este año, ellos dicen: ‘Muy bien, este año la prioridad es esta’”.

Sin atención

La melioidosis no es una enfermedad que cause grandes brotes o pandemias, y no capta titulares en los medios de comunicación ni la atención de la administración pública; simplemente provoca infecciones a un ritmo constante.

Por lo general tampoco se transmite entre personas, lo que disminuye aún más su nivel de prioridad. También tiende a afectar a cultivadores de arroz pobres, en zonas rurales, otro impedimento a la hora de recibir atención oficial.

Al otro lado de la frontera, en Laos y Camboya, las dificultades son similares. En el Hospital Infantil Angkor, en Siem Reap, Paul Turner ve unos 40-50 casos diagnosticados de melioidosis al año. Calcula que en Camboya debe haber miles de casos al año, pero la naturaleza endémica de la enfermedad hace que el Gobierno no obligue a declararla.

Al final, el resultado es que la melioidosis está enormemente subnotificada, tanto en el Sudeste Asiático como en otras partes del mundo. Los médicos han declarado casos en Brasil y en toda África, casos no correspondientes a viajeros, lo que significa que el enfermo debió de contagiarse en su propio patio trasero. Limmathurotsakul y David Dance, un médico británico que trabaja con la melioidosis en Laos, sospechan que esto representa únicamente una fracción de la carga de morbilidad, puesto que la melioidosis se parece a muchas otras enfermedades tropicales y sigue siendo difícil de diagnosticar. Y la carga parece destinada a aumentar debido a dos factores en concreto: el cambio climático y la diabetes.

Al otro lado del océano Índico, en Sri Lanka, Enoka Corea, una médica especializada en enfermedades contagiosas, hizo hace una década un llamamiento a sus compañeros para que buscasen casos de melioidosis. En los primeros años, encontraron uno o dos casos. Ahora, el goteo se ha convertido en una corriente continua.

“De repente descubrimos que veíamos tal vez 10 casos al año, luego pasamos a 23, después a 65, y más tarde a más de 100. Este año, nos queda todavía una cuarta parte del año y ya tenemos casi 70 casos”, puntualiza Corea. Prevé que el número seguirá creciendo, debido a que el cambio climático provocará más episodios meteorológicos extremos que aerosolizarán más bacterias del suelo, además de aumentar las zonas del mundo en las que B. pseudomallei puede reproducirse.

Las consecuencias del cambio climático ya empiezan a sentirse en Australia. Los modelos climáticos predicen que más partes del país se volverán hospitalarias para la melioidosis. El aumento del número de personas aquejadas de diabetes probablemente incremente aún más las cifras de esta enfermedad. Aunque nadie sabe exactamente por qué, la diabetes acrecienta el riesgo de desarrollarla, y parece aumentar la probabilidad de que la persona infectada desarrolle formas más graves, como septicemia o neumonía, que multiplican las posibilidades de fallecer a causa de ella.

“La diabetes y el cambio climático provocarán casi con certeza una mayor incidencia en el futuro”, afirma Dance.

Y aunque sus compañeros predijeran un aumento en los casos de melioidosis, Limmathurotsakul tenía dificultades para convencer a su propio Gobierno de que documentase la carga de morbilidad actual. Fuese donde fuese, encontraba un tipo de resistencia distinto. En el escalón inferior, carecían de tiempo y recursos, o temían que sus superiores pensasen que habían cometido un error por no haber declarado todos estos casos antes. Sin embargo, los altos directivos no querían causar pánico y no creían que los datos fueran tan importantes.

“Me tocó arreglarlo paso a paso”, dice. El proceso supuso años de reuniones con funcionarios públicos, desde personal de hospitales de zona hasta el Ministerio de Sanidad.

Por otro lado, Limmathurotsakul y su equipo empezaron a reunir datos y a desarrollar modelos informáticos para calcular la verdadera incidencia de la enfermedad. En 2016, publicaron el primer cálculo mundial sobre prevalencia de la melioidosis, y las cifras eran mucho más elevadas de lo previsto. Su trabajo mostraba que cada año enferman de melioidosis unas 165.000 personas, de las cuales mueren 89.000. Algo importante también es que su trabajo reveló la existencia de puntos de infección por melioidosis en el Sudeste Asiático, entre ellos India y Sri Lanka.

“Ese artículo fue realmente el comienzo”, dice Dance. “Intentar que la gente adquiera conciencia de la enfermedad y del hecho de que, si las predicciones de ese modelo son correctas, es una asesina mucho mayor para los humanos que algunas otras enfermedades mucho más conocidas”.

Cambios

Unido a los años de incansable trabajo de base de Limmathurotsakul para convencer a las autoridades públicas de que debían mejorar la declaración de casos, este informe de gran repercusión ha provocado cambios en la actitud oficial hacia la melioidosis. Solo en la provincia de Ubon Ratchathani, los cálculos de incidencia de la melioidosis aumentaron de 4,4 casos cada 100.000 habitantes a comienzos de la década de 1990 a 21 casos cada 100.000 habitantes en 2016, gracias a la mejora de la declaración de casos. A medida que los hospitales van declarando más casos, Limmathurotsakul espera que otros centros también comiencen a hacerlo. Confía en que los datos servirán además para impulsar nuevos estudios.

Para frenar la melioidosis hará falta algo más que datos. Mientras que otros tienen los ojos puestos en el desarrollo a largo plazo de una vacuna o en la construcción de nuevas instalaciones sanitarias, Limmathurotsakul afirma que se necesitan iniciativas menos ostentosas, como proporcionar agua potable. En Ubon Ratchathani, Pornpan Suntornsut y su equipo están probando el que posiblemente sea el método más sencillo de todos.
En toda esta región de fértiles campos de arroz, los campesinos se inclinan para atender sus cosechas, con las piernas metidas hasta la mitad de la pantorrilla en agua embarrada. La mayoría de ellos trabajan descalzos.

Pasar largas horas de trabajo descalzos en la tierra es una de las principales vías de transmisión de la melioidosis. Pero el brutal calor hace que resulte difícil vender las botas de goma protectoras. Teniendo en cuenta los pocos casos oficiales de melioidosis que hay, a la mayoría no le parecía que valiese la pena la molestia de trabajar con botas, explica Suntornsut. Pero ahora que la enfermedad empieza a ser reconocida, están aquí para proporcionar información y hablar sobre la importancia de llevar botas y de hervir el agua para matar las bacterias. Aunque todavía es demasiado pronto para disponer de datos concluyentes, Suntornsut cree que los esfuerzos del equipo están dando fruto.

Puede que Limmathurotsakul haya cambiado la actitud de las autoridades hacia la declaración obligatoria de la enfermedad, pero la batalla dista mucho de estar ganada. Sentado en su despacho, en Ubon Ratchathani, hace una pausa tras casi dos horas de intensa charla y se reclina hacia atrás.

“Hay que seguir insistiendo”, dice. “Porque si no lo haces y desapareces, nadie más insistirá. No puedes esperar que otro haga el trabajo por ti”.

Fuente: REC

XVIII Congreso Nacional de Química Clínica y Medicina de Laboratorio Expolab Monterrey 2018

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Del 3 al 6 de Mayo de 2018.

Organizado por Federación Nacional de Colegios Profesionales de la Química Clínica, A.C. (FENACQC)

Sede: Hotel Crowne Plaza Monterrey

Informes e inscripción

Infobioquimica.org no dispone más datos que los aquí publicados.
Por favor, si necesita más información envíe una consulta directa a los organizadores del evento.

El Microscopio – Emisión 306

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Miércoles 11 de abril de 2018

  • Entrevista con la Dra. Cristina Bailén Ruiz (España), residente del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, sobre el Programa de Intercambio Científico Profesional de la IFCC 2017.
  • Entrevista con el Dr. Guillermo Quiroga Monje (Chile), miembro del directorio de la Sociedad Científica de Tecnólogos Médicos de Chile, sobre las variables preanalíticas en hematología.
  • Libros de James O. Westgard en la Biblioteca Académica Virtual, donados por la Fundación Wallace H. Coulter.
  • Fundación Wallace H. Coulter.
  • Sección Reporte Epidemiológico.
  • Noticias, eventos y novedades relacionadas a la Bioquímica Clínica.


–> Descargar programa completo <–

Reporte Epidemiológico 306

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Miércoles 11 de abril de 2018

  • Los hombres que nunca han tenido relaciones sexuales también pueden contraer el virus del papiloma humano, según reveló un reciente estudio.
  • Un equipo internacional de científicos ha identificado numerosas mutaciones que permiten que el parásito Plasmodium falciparum, causante de la malaria, sea cada vez más resistente a los tratamientos antimaláricos, lo que ayudará a diseñar nuevos y mejores fármacos contra esta enfermedad.


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Entrevista con la Dra. Cristina Bailén Ruiz (España): Programa de Intercambio Científico Profesional de la IFCC 2017

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Cristina Bailén Ruiz es residente en Análisis Clínicos en el Hospital Clinico San Carlos, de Madrid, España. Es investigadora en las áreas de química médica, bioquímica y química clínica. Actualmente, trabaja en el desarrollo de un método gráfico de análisis de costes asociados a los falsos resultados de las pruebas diagnósticas.

La Sociedad Española de Medicina de Laboratorio (SEQCML) es miembro activo de la Federación Internacional de Química Clínica (IFCC), lo que permite, de forma exclusiva en España, que socios jóvenes de la SEQCML, fundamentalmente residentes o post-residentes menores de 40 años, puedan optar a las becas del Programa de Intercambio Científico Profesional de la IFCC (IFCC Professional Exchange Programme PSPE).

La IFCC le concedió la beca del Programa de Intercambio Científico Profesional de la IFCC 2017 a Cristina Bailén Ruiz, residente del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, quien realizó una estancia de tres meses en Mayo Clinic Jacksonville, Florida, Estados Unidos.


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Entrevista con el Dr. Guillermo Quiroga Monje (Chile): Variables preanalíticas en hematología

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Guillermo Quiroga Monje es Profesor Asociado, integrante y coordinador de la cátedra de Bioquímica Clínica Facultad de Salud y Odontología de la Universidad Diego Portales, Chile.

Coordina académicamente a los internados de Tecnología Médica y técnicos de nivel superior en Pontificia Universidad Católica. Participa en asignaturas y diplomados de gestión de calidad. En 2013 fue Coordinador del departamento de ciencias básicas, de la facultad de ciencias de la Salud de la Universidad Central. Se desarrolla en desempeño analítico y mejoramiento continuo de la etapa Pre-analítica del Laboratorio Clínico y es miembro del directorio de la Sociedad Científica de Tecnólogos Médicos de Chile.

Con el Dr. Quiroga Monje hablaremos sobre las variables preanalíticas en el área de hematología.


–> Descargar entrevista completa <–

1° Jornadas sobre Consumo Problemático de Sustancias Políticas públicas en drogas y alcohol

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21 y 22 de mayo, Usina del Arte. Agustín R. Caffarena 1, La Boca, Buenos Aires.

De 8:30 a 17:00 hs.

Actividad no arancelada.

La Red Integral de Prevención y Cuidados Progresivos de los usuarios de sustancias y alcohol del Ministerio de Salud GCBA organiza las 1° Jornadas sobre Consumo Problemático de Sustancias: Políticas Públicas en Drogas y Alcohol.

Programa

Lunes 21 de mayo

  • 8 h: Acreditación
  • 9 h: Acto de apertura con la Ministra de Salud de la Ciudad Dra. Ana María Bou Pérez, Secretario de Estado SEDRONAR Mg. Roberto Moro y Subgerencia de Adicciones MSGCBA Dra. Silvia Cortese
  • 10 h: Mesa plenaria 1 ¨Marco Normativo Penalización/Despenalización”
  • 12 a 13.30 h: Ronda de póster. Mesa trabajos libres
  • 13.30 h: Receso de almuerzo
  • 14.30 h: Mesa plenaria 2 “Comunicación, medios y consumos problemáticos. Rol de los medios”
  • 16.30 h: Cierre

Martes 22 de mayo

  • 8.30 h: Acreditación
  • 9 a 10.50 h: Mesa 3 “Políticas públicas”
  • 11 h: Trabajos libres
  • 12 h: Receso de almuerzo
  • 13 a 15 h: Mesa 4 “Modalidades de abordaje. Líneas teóricas (psicoanálisis, cognitivo-conductual, grupos de autoayuda)”
  • 15.10 h: Mesa 5 “Reducción de riesgos y daños”
  • 16.30 h: Cierre y entrega premios

Comité Científico

  • Lic. Alberto Calabrese
  • Lic. Clara Bostrow
  • Mg. Rubén Ghía

Informes e inscripción

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Por favor, si necesita más información envíe una consulta directa a los organizadores del evento.

Enfermedades reumatológicas autoinmunes y vitamina D

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Durante el año 2017, la doctora Lorena Brance, con una beca posdoctoral en temas estratégicos del CONICET, desarrolló estudios de investigación clínica que consistieron en evaluar la acción y los niveles de vitamina D y explorar cómo estos intervenían en las enfermedades reumatológicas autoinmunes. En agosto del año pasado recibió el Premio PANLAR 2017 “Panamericano de Reumatología” en reconocimiento a su trayectoria e investigación en el campo de esta especialidad.

Primero, la artritis

“La artritis reumatoidea es una enfermedad reumatológica autoinmune y crónica, la más frecuente de las artropatías inflamatorias, puede manifestarse en adultos, tanto en hombres como en mujeres, siendo dos veces más frecuentes en mujeres. Puede afectar grandes y pequeñas articulaciones de manos o pies, de forma simétrica, con importante dolor articular, inflamación, y rigidez por la mañana al despertar. Esta enfermedad va limitando de forma progresiva los movimientos” cuenta Brance.

La investigadora remarca la importancia de realizar un diagnóstico precoz, para que se pueda indicar un tratamiento oportuno, con el objetivo de disminuir el avance de la enfermedad y las secuelas en las articulaciones. ”En una etapa inicial del tratamiento se utilizan los corticoides y las drogas no biológicas, según cada caso en particular, y en pacientes que no responden a esta terapia se puede evaluar la utilización de drogas biológicas” aclara.

Antecedentes

“Sabiendo, a partir de la bibliografía, que la vitamina D participa en el sistema inmunológico, al tratarse la artritis reumatoidea de una enfermedad autoinmune, nos preguntamos qué ocurriría si mejoráramos los niveles de vitamina D en estos pacientes” relata Brance, en relación a un trabajo que se publicó en el año 2014, en donde se observó menores niveles de vitamina D en pacientes reumatoidea con una mejoría de la actividad de la enfermedad -es decir el paciente manifestaba menos dolor y mejor estado de sus articulaciones- luego de la elevación de los niveles de la vitamina.

“En función de ese primer trabajo quisimos saber que pasaba en el resto de las enfermedades reumatológicas autoinmunes entonces empezamos a estudiar los niveles de vitamina D en pacientes con Lupus, con artritis reumatoidea y con Espondiloartropatías, siempre buscando saber si bajos niveles de esta vitamina estaban asociados a peor actividad de la enfermedad” indica Brance. Al momento había algunos datos de Estados Unidos y Europa, pero no existían estudios donde hubiera registro de qué pasaba en la población argentina y latinoamericana. “Como conclusión de los trabajos de las enfermedades reumatológicas autoinmunes, se encontró que a bajos niveles de vitamina D había más inflamación de la enfermedad” indica Brance.

Nuevos horizontes

La Liga Panamericana de Asociaciones de Reumatología le otorgó en agosto de 2017 a la doctora Lorena Brance el Premio PANLAR (Panamericano de Reumatología) en reconocimiento a la trayectoria e investigación en el campo de la reumatología. “Gracias a este premio pude iniciar una nueva investigación sobre la afectación del hueso en los pacientes con artritis reumatoidea” señala al respecto Brance.

El premio posibilita estudiar la masa ósea en general, a partir de la realización una densitometría ósea para conocer cómo se encuentra la columna y la cadera y también determinar la presencia de fracturas vertebrales. También se evaluará la microarquitectura del hueso trabecular de la columna a través del Trabecular Bone Score.

Lorena Brance es médica, especializada en clínica médica y en reumatología y desarrolló un posgrado en Osteología. “Desde que era estudiante empecé a hacer investigación en metabolismo mineral y óseo, primero en absorción de calcio en el Laboratorio de Biología Ósea de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNR. Allí hice mi tesis doctoral, con beca del CONICET, sobre un modelo de osteoporosis en animales de experimentación. Luego transité mis estudios posdoctorales del CONICET evaluando los efectos de la vitamina D en pacientes con enfermedades reumatológicas autoinmunes.

Autora: Ana Paradiso. CONICET Rosario

Fuente: CONICET

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