Inicio Blog Página 84

Información enviada por corresponsales de El Microscopio: Uruguay

0

Los primeros casos de la pandemia de enfermedad COVID-19 en Uruguay fueron declarados el 13 de marzo de 2020 a través del Ministerio de Salud Pública.

Se trató de personas que ingresaron al país entre el 3 y 7 de marzo de 2020: dos procedentes de Milán, una de Barcelona y otra de Madrid. ​Estos pacientes generaron 3 clúster de propagación en Uruguay.

Las autoridades del Gobierno, apoyadas en epidemiólogos y adheridos a las pautas de la OMS, establecieron un Plan Nacional de Contingencia para esta Infección, pautas que al día de hoy se han ido modificando por sugerencias del Comité Científico Asesor Honorario creado posteriormente e integrado por los académicos de más renombre en Uruguay.

Una de las medidas más drásticas fue el cierre de fronteras para evitar nuevos casos importados. Luego, la suspensión de clases presenciales de escuelas, liceos, universidades fomentando simultáneamente la enseñanza virtual. Medida sustituta eficiente, salvo para los sectores más complicados socialmente donde se logró poca adherencia. El sector público realizando trabajo imprescindible presencial y de ser posible teletrabajo. La construcción acuerda dar licencias a todos los obreros. La industria envía parte de su personal al seguro de paro y mantiene el trabajo con el mínimo personal requerido. Las empresas de transporte minimizan la frecuencia de los buses. Se prohíben espectáculos diurnos o nocturnos, se suspende la actividad deportiva y se cierran las grandes áreas comerciales, excepto supermercados.

Se estableció una cuarentena sugerida, no obligatoria, de toda la población, y en particular a la mayor a 65 años.

Esta sugerencia fue aceptada con grandes índices de acatamiento por la población en general, los comercios pequeños se mantuvieron cerrados y las calles se ven desiertas.
Los servicios de Salud, las actividades agropecuarias y la prensa son los sectores que están activos, para atender a la población en la salud y alimentación y a su vez mantenerla debidamente informada.

Resultado

Como resultado de estas medidas, se contiene el crecimiento exponencial de infectados. Actualmente los datos difundidos por el Sistema Nacional de Emergencias (Sinae) – al 9 de mayo- indican 702 los casos confirmados de COVID-19, 513 personas lograron recuperarse y otras 18 fallecieron. De los 19 departamentos del país, hay 7 afectados, siendo dos de ellos Montevideo y Canelones -que suponen más de la mitad de la población del país- los que tienen más casos.

Impacto

En una población de aproximadamente 3. 5 millones de habitantes, en abril hubo 125 000 solicitudes de seguro de paro y se estima que existen otros cuatrocientos mil trabajadores informales que quedaron por fuera de ese beneficio laboral.

Al igual que en todas partes del mundo, la economía uruguaya se ha visto resentida al pararse gran parte de las actividades económicas. Según el Banco Mundial, el PBI de Uruguay caería un 2,7% durante el 2020, lo que sería una caída inferior al promedio de América Latina que se estimó en 5,5%.

Se ha anunciado un paquete de medidas de reactivación económica que pasan por articular una serie de subsidios a trabajadores, comerciantes y empresarios, así como también, se proyecta incentivar la inversión privada por medio de políticas de renuncia fiscal lo que impactará según estimaciones de la Ministra de Economía en un crecimiento de un punto porcentual del déficit fiscal.

La apertura

Una vez lograda una curva aplanada de nuevos casos de Coronavirus, las autoridades decidieron flexibilizar las medidas para acelerar los motores de la economía.

El 13 de abril se retoma la actividad en la construcción, a la semana se retoman las clases presenciales en las escuelas rurales, a los 15 días se retorna gradualmente a las oficinas públicas.

Estas aperturas conllevan un monitoreo constante, para en caso de rebrotes establecer estrategias alternativas.

El lado positivo de la pandemia

Sorprendió la respuesta solidaria de la población visibilizado en las numerosas ollas populares organizadas en barrios carenciados ya sea por vecinos, ONG, militares, etc. con el apoyo de población anónima. Posteriormente la preparación y distribución de canastas familiares logradas con donaciones de empresas y jugadores de futbol.

También la comunidad artística colaboró subiendo a los medios videos con espectáculos de músicos, coros, bailes clásicos, filmados desde sus casas para minimizar los efectos deletéreos de la cuarentena.

Se disparó el uso de Internet en los hogares aumentado en un 32% y el uso de dispositivos móviles en un 44%, según datos oficiales de la compañía estatal de telecomunicaciones.

Ingenieros informáticos crean una App útil para que el interesado ingrese sus síntomas clínicos, a través de un cuestionario diseñado por infectólogos que le aconseja si debe ver o no a un médico y si debe o no hacerse un test de coronavirus.

Y también logros en el orden profesional. La Facultad de Química aportó a la comunidad produciendo con la colaboración de los profesionales, alcohol gel que donó a instituciones infantiles carenciadas. Junto a la Facultad de Arquitectura, diseñó y produjo un artículo requerido y escaso en nuestro país, los hisopos para hacer la toma nasofaríngea para el estudio por RT-PCR del Coronavirus, hoy testeándose su eficiencia en el MSP. Se montó en el Laboratorio del hospital Maciel, gerenciado por la Unidad de Análisis Clínicos de la Facultad de Química, un área para testear por RT-PCR los posibles casos de enfermedad, utilizando reactivos desarrollados y validados por la Facultad de Ciencias y el Instituto Pasteur del Uruguay, resolviendo en parte la escasez de test diagnósticos importados. Y a la brevedad, se espera iniciar, el análisis por Electroquimioluminiscencia del nivel de Anticuerpos en sangre como forma de complementar el diagnóstico de esta infección.

Saludos para todos los radioescuchas

Dra. Q.F. Cristina Servetto – Uruguay

Listado de emisiones anteriores

Sudamérica: El río Amazonas podría convertirse en una gran ruta de contagio de la COVID-19

0
En Iquitos, los médicos denuncian que el virus ha desbordado la capacidad sanitaria de la ciudad.

El río Amazonas es el más caudaloso del planeta, un gigante de más de 6.500 kilómetros de extensión que atraviesa tres países sudamericanos: Perú (donde nace el curso de agua), Colombia y Brasil. La mayor parte de la vida y la economía de la región dependen del tránsito por agua.

Y es en dos de sus principales localidades ribereñas donde se han presentado algunos de los cuadros más dramáticos de la pandemia de la COVID-19 en América Latina: Iquitos, en Perú, y Manaus, en Brasil.

El alcalde de Manaus, Arthur Virgílio do Carmo Ribeiro Neto, denunció que están viviendo “una película de terror”, con más 4.000 contagios y 620 muertos por la COVID-19, lo que ha causado el colapso del sistema de salud de la principal ciudad amazónica brasileña.
“No queremos milagros. Lo que necesitamos es un avión lleno de escáneres, ventiladores, medicamentos y equipos de protección”, dijo el alcalde.

La crisis ha llevado a las autoridades de la ciudad a construir una enorme fosa común para sus muertos.

En Iquitos, los médicos relatan que no cuentan con camas suficientes para atender la emergencia sanitaria: “La gente se va a morir en sus casas, porque no tenemos cómo atenderla”.

Pero la crisis no se circunscribe a estas dos ciudades: el río es el principal medio de comunicación para las poblaciones que habitan la cuenca del Amazonas y, por tanto, el canal por el que ha llegado la enfermedad a otras comunidades en la región. Y que amenaza, sobre todo, a las más de 400 comunidades indígenas que la habitan.
“El río es el eje del Amazonas que conecta a la gente de Perú, Brasil y Colombia. Y aunque en el mapa se ve como algo muy disperso, todo se conecta a través de su cauce y sus afluentes”, dijo el médico colombiano Pablo Martínez, quien ha trabajado en la región durante más de 20 años.

“No hay estrategia conjunta”

Martínez, a través de las redes sociales, fue de los primeros en alertar sobre la difícil situación que la pandemia podía crear para las poblaciones ribereñas del Amazonas, principalmente en Leticia, la principal ciudad colombiana en la zona, en la frontera con Brasil.

“La mayoría de los gobiernos, durante siglos, solo han visto a la Amazonía como un lugar del que se pueden sacar recursos, pero nunca donde invertir en temas como salud o educación”, reclamó Martínez.

“Por eso han elegido enfrentar este problema desde cada país, de forma individual y con distintas estrategias, y no se han dado cuenta de que el río conecta a esta región como un todo y necesita una atención integral”, señaló Martínez.

El ministro de Salud de Colombia, Fernando Ruiz Gómez, dijo que el gobierno colombiano es consciente no solo de la grave situación en Leticia, sino de su condición geográfica como ciudad limítrofe.

“En términos prácticos, Tabatinga, en Brasil, y Leticia son una misma ciudad, y por eso la estrategia debe ser unificada. El 8 de mayo nos reunimos los cancilleres y los ministros de salud de Colombia y Brasil”, señaló Ruiz Gómez.

“También hemos tomados medidas integrales como la movilidad entre los municipios, que fue prohibida, salvo que se trate de transporte de pacientes, alimentos, insumos médicos o elementos vitales. El reto con esas restricciones es lentificar la velocidad de propagación del virus para que tengamos siempre disponibilidad en los hospitales”, agregó.

Mapa 1. Situación de la COVID-19 en las poblaciones ribereñas del río Amazonas. Datos al 6 de mayo de 2020. Fuente: Gobernación del Amazonas. Secretaría de Salud.

Tal vez una de las mayores evidencias de cómo el río Amazonas se convirtió en un vehículo para la expansión de la COVID-19 se halla en Leticia, la mayor ciudad colombiana sobre el río más caudaloso del mundo.

Aunque no es tan grande como Manaus o Iquitos, Leticia tiene cerca de 45.000 habitantes y, sobre todo, una ubicación estratégica en el punto conocido como la Triple Frontera.

“Por el río Amazonas circulan personas desde Manaus, ciudad con más de 5.500 casos reportados, y de otras poblaciones que tienen entre 27 y 630 casos”, dijo Carlos Enrique Trillos Peña, médico epidemiólogo y docente principal de la Universidad del Rosario.

“También está cerca Iquitos, Perú, con más de 1.000 casos para la misma fecha. Lo anterior no solo refleja la influencia del río, sino la importancia de incrementar su control”, señaló el académico.

Una calle más allá

Los movimientos, y con ellos la dispersión del virus, están marcados por la falta de controles fronterizos e incluso de divisiones reales sobre el terreno.

“Es importante considerar que Leticia está separada de Tabatinga, en Brasil, por una calle. Esta población brasileña tenía más de 260 casos confirmados, con un control de circulación por el río regulado por las autoridades de Brasil, con problemas según informa la población”, explicó Trillos.

De hecho, el investigador señaló que 10 de los casos confirmados de COVID-19 en Leticia procedían de Brasil y uno, de Perú.

Actualmente, el departamento de Amazonas es la provincia con mayor tasa de contagio por habitante en toda Colombia. Hasta el 6 de mayo, Leticia registraba 291 casos y había reportado 14 personas fallecidas por causa del virus. Y eso ha puesto en evidencia la vulnerabilidad del sistema sanitario, no solo de Leticia sino también de Iquitos y Manaus.

Hace dos semanas, a medida que la gravedad de la pandemia se acrecentaba, 30 miembros del personal médico que trabajan en el hospital de Leticia decidieron firmar un documento en el que anunciaban una “renuncia masiva a la prestación de servicios de salud” que no fueran “urgencias vitales no COVID-19”, dado que no contaban con equipos de protección personal básicos.

“Es un problema que se extiende por la Amazonía: los hospitales no tienen los recursos para atender una emergencia de este nivel. Y eso se sabía incluso antes de que se confirmaran los primeros casos”, señaló Martínez.

Cerrar el río

El río Amazonas es el más caudaloso del planeta. Atraviesa Perú, Colombia y Venezuela y la mayor parte de la vida y la economía dependen del tránsito por agua.

Desde el principio, una de las preocupaciones de las autoridades ha sido que la pandemia de COVID-19 alcance a las comunidades indígenas, que no estarían protegidos ante una enfermedad tan contagiosa.

Una de las medidas adoptadas por el gobierno brasileño fue intentar reducir la circulación fluvial.

Pero los expertos no solo califican la propuesta como contraproducente, sino como imposible de hacer cumplir.

“El río y sus afluentes representan 85% de la vía de transporte en esta zona de Brasil y en general para la Amazonía. Si lo cierran, como ordenó el gobierno brasileño, van a causar serios efectos”, dijo Alessandra Martins Pontes, especialista en temas de transporte fluvial de la Universidad Federal de la Amazonía.

El poderoso cauce de agua sudamericano no solo se extiende por más de 6.500 kilómetros, sino que además tiene cerca de 1.000 afluentes que lo alimentan hasta que desemboca en el Atlántico.

“Sin transporte, hay escasez de alimentos, medicinas y suministros. Todo lo que se pueda imaginar. En el Amazonas todo viaja por ríos”, añadió.

La medida también podría lograr el efecto contrario al que se propone y aumentar los riesgos para los enfermos de COVID-19, al dejarlos aislados.

“Está comprometido hasta el transporte de pacientes. El sistema aéreo es limitado”, apuntó Martins Pontes.

Y aunque los analistas coinciden en que el río es la vía por la que pueden llegar a contagiarse no solo las poblaciones ribereñas, sino las comunidades indígenas más remotas, también señalan que es imposible de “clausurar”.

Pero que no se pueda cerrar no significa que no se pueda vigilar. Voceros de la Organización Regional de los Pueblos Indígenas del Oriente (ORPIO) de Perú señalaron que se deben tomar acciones para evitar que la pandemia se expanda siguiendo el río.
“Actualmente no hay control militar o policial en este tramo del Amazonas, por lo que los barcos privados continúan navegando con absoluta normalidad e incluso ingresan a territorios de las comunidades indígenas con personas extranjeras”, dijo Francisco Cayetano, vocero de la entidad.

Por esa razón, la recomendación es buscar alternativas logísticas para el control de la pandemia en la región.

“El control en puertos y fronteras debe ser absoluto, con pasos restringidos solo a casos previstos por la ley por razones sanitarias y humanitarias. Igualmente, el control de ingreso y contacto con las comunidades indígenas debe ser máximo, todo coordinado con los gobernadores y representantes indígenas”, recomendó Trillos.

Comunidades indígenas

Desde la declaración de la pandemia, los pueblos indígenas en la Amazonía han estado en alerta ante los riesgos que la enfermedad puede traer a sus comunidades.

“Sin lugar a dudas, nosotros, los pueblos indígenas somos uno de los segmentos más vulnerables ante la actual pandemia de coronavirus”, declaró en un comunicado la Articulación de Pueblos Indígenas de Brasil (APIB).

“A lo largo de la historia hemos sido víctimas de sucesivos invasores, por las enfermedades que portaban, como la gripe, la viruela y el sarampión”, continúa el documento.

Aunque no existe una cifra definitiva, se estima que en la Amazonía habitan cerca de un millón de indígenas distribuidos en unas 400 comunidades.

“Debido a la fácil transmisión del virus, las deficientes condiciones sociales, nutricionales y de salud de la población indígena, deben ser considerados una población vulnerable, con alto riesgo de complicaciones y mortalidad por COVID-19”, señaló Trillos.

Y están en riesgo de no solo perder vidas humanas, sino también su acervo cultural. “Los indígenas en la región no cuentan con una asistencia sanitaria adecuada, pero no porque ellos no lo quieran, como muchos señalan, sino porque al Estado no le ha importado hacerlo”, reclamó Pablo Martínez.

“Y como hemos visto, la enfermedad ataca a los adultos mayores. Y en las culturas indígenas, los más adultos son los que transmiten el conocimiento a los más jóvenes. La pérdida de este conocimiento sería irreparable”, agregó.

En este sentido, el ministro colombiano destacó que se está trabajando con las comunidades indígenas. “Las asociaciones indígenas de Colombia desde hace varias décadas cuentan con autonomía para fomentar proyectos de salud, especialmente en el nivel básico. Específicamente en lo relacionado con la COVID-19, en marzo expedimos lineamientos para las comunidades étnicas”, dijo.

“En esos lineamientos se les recomienda permanecer en sus territorios, implementar acciones para evitar la salida, limitar el ingreso de personas ajenas a las comunidades, y adaptar los lineamientos generales a sus costumbres y sus usos”.

La pandemia ha llegado al Amazonas. Y el río, que lo conecta todo, puede convertirse en el principal camino para que el virus se propague por las comunidades indígenas.

Fuente: REC

Pandemias y el gran desajuste evolutivo

0

¿Qué hacen los humanos ante una amenaza colectiva? Esta es una pregunta central para la psicología y es de gran interés práctico para la pandemia de COVID-19. Pero, ¿tenemos algo útil que compartir con los gobiernos y los medios de comunicación, o es solo un intento de persuadirnos de que podemos hacer alguna contribución cuando nos sentimos impotentes frente a la propagación de este virus?

Podríamos simplemente retirarnos a la “seguridad” de nuestras torres de marfil y dejar que todos los demás se preocupen, pero el hecho de tener un fuerte impulso para hacer algo cuenta una historia muy diferente de la que aún domina las ciencias sociales y psicológicas y los medios de comunicación, que es la idea de que el peligro saca lo peor de nosotros: pánico, comportamiento antisocial y competencia feroz por los recursos materiales y físicos. La transgresión moral y el abandono de las normas sociales a veces pueden ocurrir y ciertamente colorean la imaginación pública, pero este comportamiento tiende a ser raro. Los estudios sociológicos y psicológicos muestran que, bajo estrés, las personas con frecuencia permanecen tranquilas y cooperativas. Lo que más se da, en lugar de la evitación egoísta, es la cooperación y la búsqueda de contacto, que son nuestras principales respuestas ante una amenaza.

Lo que aumenta en tiempos de ansiedad y amenaza no es un impulso para ayudarse a uno mismo a toda costa, sino un impulso intuitivo para ayudar a los demás. La desafortunada consecuencia es que, en respuesta a la actual amenaza de infección deseamos contacto social, particularmente con los seres queridos y los más vulnerables.

Las pandemias y la narrativa del “colapso del orden social”

Al describir el comportamiento de las personas que viven en países afectados por la propagación de la COVID-19, los medios de comunicación adoptaron rápidamente una visión “hobbesiana” de la naturaleza humana1. Esta es la expectativa de que la exposición a una amenaza hace que las personas abandonen las sutilezas sociales y, al ser naturalmente rivales, vuelvan a caer en “la brutalidad y la miseria”. Los principales periódicos informan de pánico, personas corriendo a los comercios para acaparar mascarillas, desinfectantes para manos y alimentos. Esos comportamientos son habitualmente calificados como irracionales: ¿por qué apresurarse a comprar alimentos cuando se nos dice que no habrá escasez? No hay dudas de que los humanos podemos ser irracionales (nos equivocamos al evaluar grandes magnitudes; subestimamos los riesgos y valoramos la ganancia a corto plazo). Sin embargo, a nivel individual, ¿es racional acumular alimentos y papel higiénico cuando se nos dice que tendremos que quedarnos en casa por un tiempo indefinido? No es que no confiemos en los políticos, pero estamos en lo cierto al no estar seguros acerca de la capacidad de recuperación de las instituciones y el contrato social en general, ante una amenaza sin precedentes, desconocida y creciente. Del mismo modo, es perfectamente racional, a nivel individual, correr hacia las salidas cuando el edificio está en llamas. Sin embargo, estas decisiones racionales auto-orientadas son sobre las que tenemos que reflexionar conscientemente. Nuestras respuestas intuitivas iniciales son, por el contrario, cooperativas.

Bajo circunstancias de amenaza en la vida real, las personas no se toman el tiempo y deliberan fríamente sobre qué comportamiento se adaptaría mejor a su propio interés, es decir, dejar a otros atrás y, metafóricamente, correr hacia la salida con suficiente comida (y papel higiénico). Por el contrario, las personas buscan contacto social. Se controlan entre sí, e incluso respetan o reinventan las normas sociales, con contenido moral o altruista. Se ha visto cómo se comportaba la gente en un teatro bajo ataque terrorista: donde se podrían esperar escenas de pánico y una estampida generalizada, se observó que las personas formaban colas para acceder hasta una salida de emergencia, mientras que algunos incluso tenían sesiones de votación para decidir colectivamente la mejor manera de mantenerse a salvo.

La llegada de la COVID-19 encontró inercia y placidez, en lugar de pánico masivo. La población francesa fue (y sigue siendo) criticada por sus propias autoridades por su laxitud y despreocupación. Hasta hace algunas semanas, los franceses continuaban reuniéndose en terrazas de bares y rompiendo las reglas obvias de distanciamiento social. El estado alemán de Bayern tomó medidas más estrictas de confinamiento el 21 de marzo, luego de descubrir que muchas personas, a pesar de las instrucciones explícitas de mantenerse alejadas de los demás, todavía se reunían en grupos como si nada estuviera pasando. Violaciones similares de las indicaciones oficiales están ocurriendo en todas partes.

Una alternativa a la acusación de que las personas son irracionales e irresponsables es la que sugiere que son ignorantes de la amenaza. No es que estos efectos no estén en juego, pero tal vez conocer la amenaza es perfectamente compatible con buscar la compañía de amigos y seres queridos. Estar con los demás y obtener pero también brindar apoyo social es la forma en que enfrentamos el estrés. La amenaza creciente solo es probable que refuerce esta inclinación social.

Asociación y búsqueda de contactos como respuestas centrales al peligro percibido
La asociación y la búsqueda de contacto físico son respuestas centrales al peligro. Incluso en ausencia de amenaza, el distanciamiento físico es antinatural. En circunstancias normales, se espera una distancia de alrededor de un metro al interactuar con amigos y conocidos. Los humanos, como otros primates, se mantienen cerca de otros para crear y mantener lazos sociales. La búsqueda de contacto puede ser un impulso “natural” que está integrado en nuestra fisiología. El contacto social contribuye a la regulación fisiológica de las respuestas del cuerpo a estresores agudos y otros desafíos a corto plazo. El apoyo social cercano no es un extra para obtener recompensas adicionales: constituye nuestro punto de partida. Nuestros cerebros no responden positivamente a su presencia, sino negativamente a su pérdida. Las personas pueden necesitar señales sociales al igual que necesitan alimento. Las implicaciones políticas de décadas de investigación en neurociencia social son claras, pero se ignoran ampliamente: pedirles a las personas que renuncien al contacto social no es solo pedirles que se abstengan de realizar actividades placenteras; se les está pidiendo que se alejen de su punto de equilibrio, hacia el cual normalmente todos tienden.

En contextos de amenazas, nuestras tendencias asociativas y nuestro deseo de buscar contacto físico se vuelven más fuertes. En lugar de “recaer” en un aislamiento egoísta, como el de la imagen hobbesiana, las personas que sienten miedo, estrés y amenazas no solo buscan contacto social: buscan aún más contacto social. La investigación sobre desastres ha demostrado que la búsqueda de contacto es la respuesta primaria al peligro percibido, en lugar de distanciarse, incluso si esto último es más seguro. Cuando sabemos que hay algo que perder, en lugar de ganar, somos más propensos a unirnos a otros, tanto para disipar el estrés como para reducir nuestros sentimientos de responsabilidad. Las tendencias asociativas y la búsqueda de contacto se centrarían preferentemente en aquellas personas con las que ya se está familiarizado. En su ausencia, las personas buscarán lugares familiares asociados con sus contactos cercanos.

Es esto, quizás, lo que explica los movimientos de masas antes de que se proclamen las reglas de confinamiento. También es posible que grupos ad hoc emerjan de la nada cuando surge una amenaza, a partir de un sentimiento de “destino común”. El éxodo de personas que se alejan de los centros urbanos densos ha ocurrido en varios países y ha sido criticado por sus consecuencias epidemiológicas potencialmente desastrosas.

¿Quién es “nosotros” en “nosotros estamos juntos en esto”? Que exista una amenaza no significa que se perciba como tal; lo mismo se aplica a su gravedad o su evolución. Las personas pueden dar credibilidad a fuentes no oficiales, y subestimar la amenaza, pero no son crédulos, y es probable que el peligro los haga estar aún más atentos. Muchos de nosotros creemos con certeza que existe una amenaza, pero no la percibimos como una amenaza colectiva que nos afecta directamente a “nosotros”.

Un problema importante es que las enfermedades son en gran medida invisibles, particularmente aquellas –como la COVID-19– que permanecen asintomáticas en una gran parte de la población. Esta imperceptibilidad significa que ni siquiera se detecta, y mucho menos se reconoce como una amenaza colectiva. Por lo tanto, los mecanismos de evitación defensiva asociados con el miedo y el asco no funcionarán. Del mismo modo, nuestras tendencias sociales simplemente continúan, ya que, en ausencia de síntomas, no percibimos que podamos portar la infección. Incluso si creemos que la amenaza está muy extendida en nuestro propio grupo, las implicaciones para uno mismo son un desafío. Reconocer que es probable que uno se convierta en una amenaza mortal para los demás es incongruente con nuestra propia imagen, lo que lleva a la disyuntiva y la negación del peligro.

Sin embargo, existe un segundo problema: una amenaza derivada de la infección, en sociedades con sistemas de salud que funcionan de manera óptima, puede detectarse y, sin embargo, reconocerse como grave solo para una pequeña fracción de la población. A menos que consideremos que pertenecemos a esa fracción, la amenaza no puede interpretarse como colectiva: son ellos, no nosotros. Una amenaza que permanece invisible, y que se cree que se aplica solo a algunas personas, es diferente a otras amenazas (depredadores, enemigos o huracanes) que claramente amenazan a todos en un lugar determinado. Se necesita más que la proximidad física y la co-vulnerabilidad para que una amenaza sea reconocida como colectiva. También se requiere de cierta comprensión real o potencial de los aspectos de la amenaza que todos compartimos, en un colectivo: “nosotros”.

Una vez anclados en la idea de que afecta a una pequeña fracción de personas, ya sea diferente o igual que nosotros, es probable que las personas pierdan de vista lo que significa el crecimiento exponencial. Como el Rey de una conocida leyenda, una limitación cognitiva nos hace perder de vista que colocar dos granos de arroz en un tablero de ajedrez y multiplicarlos por su propio número escaque tras escaque finalmente nos arruinará, porque arruinará a todos.

Lo que es más, las poblaciones en las que las personas se consideran a sí mismas como “personas independientes” podrían ser más propensas a minimizar la gravedad del problema, ya que tendrán mayores problemas para imaginar que la amenaza en realidad podría volverse peligrosa para sus seres queridos o afectar a la sociedad como un todo. En las sociedades y poblaciones donde prevalece un modelo “colectivo” de sí mismas –es decir, las personas se piensan como “miembros de un grupo” y socialmente interdependientes–, esto podría ser al revés: en tales poblaciones es probable que se promueva el surgimiento de normas colectivas y que estas se respeten.

esafortunadamente, en muchos países al menos, no existen normas culturales claras establecidas para el comportamiento frente a epidemias masivas, y mucho menos para una global, a pesar de las pasadas pandemias de gripe española (1918-1920), gripe asiática (1957-1958), gripe de Hong Kong (1968-1969), gripe rusa (1977-1978), gripe pandémica A(H1N1) (2009-2010) y la influenza aviar A(H7N9) (2013).

Seguramente, el desajuste entre nuestra percepción errónea de la gravedad de la amenaza y sus consecuencias se volverá aún más destructivo en áreas urbanas densas en las que el aislamiento social es un bien costoso.

La asociación y la búsqueda de contacto como nuestro mayor problema actual

Los patógenos y los virus son viejos problemas evolutivos: muchos organismos evitan los contaminantes y las personas infectadas, y las propias personas infectadas también pueden buscar el aislamiento, lo que detiene la propagación del virus. Los humanos también estamos equipados con mecanismos (por ejemplo, el sentido de la repulsión) para evitar posibles

contaminantes y prevenir infecciones. Muchos estudios, desde casos sensoriales hasta casos más abstractos de repulsión, sugieren que este mecanismo es muy conservador.

Una instancia de intoxicación alimentaria genera respuestas aversivas duraderas a la misma comida, así como a otras similares. Incluso sabiendo que la camisa usada por un delincuente sexual ha sido lavada varias veces, o que una cucaracha colocada en un vaso de una manera perfectamente estéril, será suficiente para provocarnos rechazo a usar o consumir estos productos. Entonces, ¿por qué no nos evitamos en tiempos de infecciones? Esto se debe a que nuestros mecanismos para evitar infecciones se ven superados por un impulso mucho más fuerte a asociarnos y buscar un contacto cercano.

A medida que un número creciente de países imponen o recomiendan el aislamiento en respuesta a la propagación de la COVID-19, es importante reflexionar sobre los particulares desafíos a los que pueden conducir estas recomendaciones y las soluciones para abordarlos. Con el debido respeto a Hobbes, nuestro gran bagaje evolutivo no está funcionando para hacer que nos distanciemos o nos enfrentemos unos con otros en momentos de peligro. Durante las amenazas colectivas, buscamos aún más cercanía física. Estas inclinaciones sociales intuitivas nos hacen escuchar varias medidas de prevención de todos modos, o desdibujan sus diferencias: el autoaislamiento, la cuarentena, los bloqueos y el distanciamiento pueden desencadenar indiscriminadamente sentimientos de pérdida social, cuando podrían resaltar beneficios sociales futuros.

Nuestras tendencias sociales, actuales o anticipadas, pueden tener consecuencias mortales, pero también hay un aspecto cada vez más optimista de la historia. Existe una creciente evidencia de que la amenaza colectiva nos hace más solidarios y cooperativos socialmente, pero ahora podemos alcanzar –de manera virtual, pero no por ello menos significativamente– a vecinos, parientes lejanos o incluso beneficiarios anónimos en las redes sociales. Políticamente, esto significa que el acceso a Internet y la comunicación es una prioridad, especialmente cuando los más vulnerables coinciden con los menos conectados tecnológicamente. ¿Cuáles serán los efectos de este cambio a largo plazo a la Internet? Estamos en medio de un masivo “experimento de vida real” que explora si nuestros cerebros y cuerpos pueden funcionar sin proximidad física. Lo que obtengamos de esta situación especial es tan importante como el cómo y el por cuánto tiempo podremos enfrentarlo.2

Referencia

  1. Thomas Hobbes (1588-1679) fue un filósofo inglés considerado uno de los fundadores de la filosofía política moderna. Su obra más conocida es Leviathan (1651), donde sentó las bases de la teoría contractualista, de gran influencia en el desarrollo de la filosofía política occidental. Además de en el ámbito filosófico, trabajó en otros campos del conocimiento como la historia, la ética, la teología, la geometría o la física.
    Es considerado el teórico por excelencia del absolutismo político, si bien en su pensamiento aparecen conceptos fundamentales del liberalismo, tales como el derecho del individuo, la igualdad natural de las personas, el carácter convencional del Estado (que conllevará a la posterior distinción entre este y la sociedad civil), la legitimidad representativa y popular del poder político (al poder ser este revocado de no garantizar la protección de sus subordinados), etc. Su concepción del ser humano como igualmente dependiente de las leyes de la materia y el movimiento (materialismo) sigue gozando de gran influencia, así como la noción de la cooperación humana basada en el interés personal.
  2. Puede consultar el artículo completo, en inglés, haciendo clic aquí.

Fuente: REC

Supercontagiadores. ¿Hay personas que propagan el coronavirus más que otras?

0

El asado de cumpleaños y dos carneadas que desencadenaron una ola de casos positivos de COvid-19 en Loncopué, en el centro de la provincia de Neuquén. El joven contador que volvió de Estados Unidos y que fue procesado por transmitir la enfermedad a 17 personas en una fiesta de MorenoLa diseñadora de modas uruguaya que asistió a un casamiento con 500 personas después de un viaje a Europa y se convirtió en uno de los primeros focos de contagio en ese país. Esos son solo algunos ejemplos de lo que los epidemiólogos llaman “eventos de superdiseminación”: personas “supercontagiadoras” o reuniones puntuales de cualquier tipo que, por distintas razones, contribuyen a acelerar la diseminación de la pandemia.

El fenómeno es bien conocido y, de hecho, se ha postulado hace décadas que el 20% de las personas que sufren cualquier enfermedad infecciosa causa aproximadamente el 80% de todos los casos, lo que supone que hay quienes contagian más que el promedio. En el caso del brote de SARS de 2002-2003, por ejemplo, un paciente de Hong Kong infectó a 136 en un hospital. Y en el de MERS, otra epidemia provocada por coronavirus, el 89% de 186 casos confirmados en Corea del Sur no transmitieron la enfermedad a nadie, mientras que solo cinco la propagaron a 154 personas.

Sin embargo, más allá de anécdotas, hay muy pocos trabajos científicos que hayan intentado analizar su impacto en la diseminación de Covid-19 y hasta la propia definición del término es discutida. “Es muy difícil cuantificarlo”, dice a LA NACIÓN Pedro Cahn, director científico de la Fundación Huésped y uno de los infectólogos que asesora al presidente Alberto Fernández.

Trabajo de investigación

El periodista canadiense Jonathan Kay, editor senior de la revista online Quillette, se lanzó a la tarea y armó una base de datos que ha recopilado, hasta ahora, 87 eventos de superdiseminación de Covid-19 en 28 países y en seis cruceros o barcos de guerra. La lista se basa en publicaciones en la literatura científica y en reportes de medios. De manera explícita, Kay decidió no incluir los brotes en hospitales y residencias de ancianos, porque son ámbitos que no permiten explorar los mecanismos prioritarios de trasmisión involucrados. También omitió confidencias o posteos en redes sociales cuyos detalles no hubieran salido a la luz pública.

Una barrera para identificar estos eventos es que se necesita un rastreo exhaustivo de los contactos, incluyendo en ocasiones apps móviles o análisis genéticos, para confirmar que la fuente de contagio en un abanico de pacientes es la misma o que compartieron el mismo ámbito. También puede jugar una entendible reticencia a revelar esos casos, para no contribuir al estigma y la discriminación de personas que pueden haber actuado de manera involuntaria. “Me interesa más la actividad de los superdiseminadores que su identidad -afirma Kay a LA NACIÓN-, porque esa información puede ayudarnos a modificar nuestro propio comportamiento para combatir la enfermedad.”

“Mi sensación es que la mayoría de las transmisiones de Covid-19 ocurren dentro de hogares y en círculos sociales, pero que el caso índice original (primera persona infectada) dentro de esas familias y círculos sociales a menudo empieza con un evento de superdiseminación”, asegura Kay. La hipótesis aún no ha sido demostrada.

Algunas lecciones de la lista

Los supercontagiadores son casos extraños, pero existen, señala el infectólogo Antonio Montero, investigador del Conicet y director del Centro de Medicina Tropical y Enfermedades Infecciosas Emergentes de la Facultad de Ciencias Medicas de la Universidad Nacional de Rosario.

“Son personas que tienen una cantidad de partículas virales en su cuerpo que es muchísimas veces superior a la del resto de los infectados. Cuando hablan o tosen, pueden eliminar 100 veces más cantidad de virus. Y si el número básico reproductivo (Ro) de Covid-19 oscila en el mundo entre 2 y 3, esto es, cada infectado transmite la enfermedad en promedio a 2 o 3 personas, un supercontagiador podría contagiar a 100“, afirma Montero a LA NACIÓN.

No está claro por qué ocurre a algunas personas y a otras no, pero se especula que influyen tanto factores del huésped como del hospedador. “Todas las enfermedades infecciosas dependen de la interrelación entre la capacidad infectiva del virus versus el sistema inmunológico del paciente”, señala Cahn.

Sin embargo, en el terreno práctico, es muy difícil su identificación. “Probablemente, haya más de los que pensamos”, declaró el presidente de la Sociedad Europea de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica, Jesús Rodríguez Baño.

Tampoco se sabe si, por ejemplo, son más proclives que el resto a transmitir la enfermedad sin síntomas o síntomas leves; si son los imprudentes que salen pese a saberse enfermos; o cuánto influyen los hábitos sociales de esa persona o su actividad profesional, que puede involucrar la interacción estrecha con más personas que el promedio.

Lugares cerrados

En la lista de Kay, quien tiene formación en ingeniería y programación, los eventos de superdiseminación identificados se produjeron casi todos en lugares cerrados, como fiestas, funerales, ceremonias religiosas, conferencias, reuniones de negocio, clases y, por supuesto, cruceros. También se incluyen algunas aglomeraciones en espectáculos musicales o deportivos, como el famoso partido Atalanta-Valencia por la Champions League en febrero.

Como contrapartida, no se han reportados eventos de superdiseminación en cines, teatros, conciertos de ópera o medios de transporte, lo cual, para Kay, confirmaría que el riesgo de contagio es mayor cuando las personas hablan en voz alta, gritan, cantan o tosen sin cubrirse, en contacto estrecho con otras personas, y no cuando están quietas entre extraños y solo susurran con algún acompañante.

Para la epidemióloga canadiense Michele Rajput, el análisis de Kay es “excelente”, aunque, por supuesto, puede haber sesgos en la recolección de casos que afecten la interpretación.

Ciertos modelos de simulación de epidemias, basados en agentes, pueden tomar en cuenta el impacto de los supercontagiadores, explica Juan Andrés Fraire, un investigador del CONICET en la Universidad Nacional de Córdoba, quien junto a colegas ha modelado para El Gato y La Caja el efecto que puede tener en la dinámica de Covid-19 la mayor o menor presencia de irresponsables que violen las medidas de distanciamiento.

Si los efectos fueran comparables, especula Fraire, “un aumento del 1-2% de supercontagiadores podría traducirse en un aumento del 20% en las tasas de contagio en una población”.

Pero eso no se sabe a ciencia cierta y, en todo caso, las medidas de distanciamiento social, higiene y precaución que rigen para la población también los protegen a ellos y a su entorno. “El mensaje importante es: las personas con fiebre que no vayan a su lugar de trabajo. Parte del aislamiento es que las personas con síntomas se queden en sus casas”, enfatiza Cahn.

Autor: Matías Loewy

Fuente: La Nación

Foto: Gabe Pierce on Unsplash

Máscaras faciales para la comunidad durante la crisis de COVID-19

0

Introducción

Es hora de aplicar el principio de precaución. El principio de precaución es, según Wikipedia, “una estrategia para abordar los problemas de daño potencial cuando se carece de un amplio conocimiento científico sobre el tema”. La evidencia basada en la eficacia y la aceptabilidad de los diferentes tipos de mascarillas para prevenir las infecciones respiratorias durante las epidemias es escasa y controvertida.

La enfermedad por el coronavirus 2019 (COVID-19) es una enfermedad grave que actualmente no tiene tratamiento o vacuna conocida y se está propagando en una población inmunológicamente susceptible. Las muertes aumentan abruptamente y los sistemas de salud están bajo presión.

Esto plantea una pregunta ética: ¿deberían los encargados de formular políticas aplicar el principio de precaución ahora y alentar a las personas a usar máscaras faciales o barbijos

alegando que tenemos poco que perder y potencialmente algo que ganar con esta medida? Creemos que deberían hacerlo.

Evidencia y pautas

La medicina basada en la evidencia tiende a enfocarse predominantemente en la validez interna (si los estudios de investigación primarios se hicieron “correctamente”) utilizando herramientas para evaluar el riesgo de sesgo y la adecuación del análisis estadístico.

La validez externa se relaciona con una pregunta diferente: si los hallazgos de estudios primarios realizados en una población diferente con una enfermedad o estado de riesgo diferente son relevantes para la población y situación actual. Argumentamos que debería haber un mayor enfoque en la validez externa en la evaluación de máscaras.

Una búsqueda rápida de la literatura sobre el uso de barbijos por parte de la población general en general durante epidemias o pandemias encontró cinco revisiones sistemáticas revisadas por pares:

  • Una “revisión vacía” publicada el 27 de marzo de 2020, es decir, una revisión que no muestra ensayos aleatorios de barbijos hasta el momento durante la pandemia de COVID-19.
  • Una revisión sistemática 2020 que compara los barbijos quirúrgicos estándar y las máscaras respiratorias, que incluyeron un único ensayo pequeño de 2009 de máscaras respiratorias, barbijos estándar y ningún barbijo entre la población general durante una epidemia de influenza en Australia. Ese ensayo, mostró un beneficio de los barbijos en lugar de las máscaras, pero no el beneficio de las máscaras respiratorias sobre los barbijos estándar.
  • Una revisión Cochrane de 2011 que cubre intervenciones físicas e incluye 67 estudios (muchos de mala calidad), en los que el principal estudio relevante fue el ensayo de 2009 descrito anteriormente.
  • Una revisión sistemática de 2010 de barbijos en epidemias de influenza, que incluyó barbijos quirúrgicos estándar y máscaras respiratorias y encontró cierta eficacia de las máscaras si las usan personas con síntomas respiratorios pero no si las usan personas asintomáticas.
  • Una revisión sistemática de 2007 y una deliberación de un panel de expertos, que reconoció las dificultades para interpretar la evidencia y declaró: “Con la excepción de alguna evidencia del síndrome respiratorio agudo severo (SARS), no encontramos ningún dato publicado que respalde directamente el uso de barbijos por parte de la población general”. La evidencia no se expuso en el documento (por lo que los autores suponen que fue una opinión de expertos).

Se ha demostrado que el virus permanece viable en el aire durante varias horas cuando se libera en un aerosol en condiciones experimentales, y estos aerosoles parecen bloquearse por barbijos quirúrgicos en experimentos de laboratorio.

  • Se ha demostrado que las personas pueden contagiar hasta 2.5 días antes del inicio de los síntomas, y hasta el 50% de los contagios parecen ocurrir a partir de personas presintomáticas.
     
  • La prevalencia comunitaria de COVID -19 en muchos países es alta.
     
  • Los estudios sugieren que incluso una pequeña reducción en la transmisión comunitaria podría marcar una gran diferencia para la demanda en otras partes del sistema (por ejemplo, camas de hospital y respiradores artificiales).

La sugerencia de que el público no debe usar barbijos porque los trabajadores de la salud los necesitan más es válida hasta cierto punto, pero seguramente es un argumento para fabricar más cantidad, no para negarlos a las poblaciones que podrían beneficiarse de ellos. Hasta que estos barbijos estén disponibles en cantidades suficientes, los de tela (lavados con frecuencia) podrían ser un sustituto.

Se necesita urgentemente investigación adicional para identificar la mejor manera de superar los problemas de filtración pobre y retención de humedad que se han descrito. Dichos estudios podrían determinar, por ejemplo, la naturaleza óptima de la tela, el grosor (¿cuántas capas?), La naturaleza de la capa exterior repelente al agua, la proximidad del ajuste y la duración que debe usarse antes del lavado.

Principio de precaución

Deberíamos, por ejemplo, tener en cuenta las altas tasas de infección (y mortalidad sustancial) entre el personal de la salud y otro personal de primera línea en entornos donde hay escasez de barbijos en comparación con entornos en los que este personal estaba mejor protegido y de manera más consistente. Podríamos arrepentirnos de descartar como anécdota la historia de una práctica de coro con 60 personas, de las cuales se sabe que 45 han desarrollado COVID -19 y dos hasta ahora han muerto.

Está surgiendo alguna evidencia indirecta de los beneficios de los barbijos. Por ejemplo, un estudio de Hong Kong, realizado antes y después de la introducción de una serie de medidas que incluyen barbijos para el público, sugirió que estos parecían ayudar a contener la pandemia (los cambios fueron estadísticamente significativos para barbijos y medidas de distanciamiento combinadas). También existe evidencia análoga con los virus de una composición química similar.

Dados estos hallazgos indirectos y circunstanciales y la gravedad de este brote, existe un argumento moral de que el público debe tener la oportunidad de cambiar su comportamiento de acuerdo con el principio de precaución, incluso cuando la evidencia directa y experimental para el beneficio no es clara.

Otro argumento para usar el principio de precaución es que el mundo puede pagar un alto precio por COVID -19 y el “daño colateral” corre el riesgo de ser más alto que el daño directo del virus. Los peligros incluyen el aumento de las tasas de suicidio debido al aislamiento y la desesperanza económica entre las personas más pobres que pierden sus ingresos o en pequeñas empresas, disturbios civiles en algunos países cuando consideran el cierre, como así también violencia doméstica y disputas familiares. Existen, por supuesto, importantes contraargumentos, incluida la posibilidad de una falsa sensación de seguridad y la reducción del cumplimiento de otras medidas de prevención.

Proponemos dos hipótesis que creemos que deben probarse con urgencia en experimentos naturales.

  1. La primera es que, en el contexto de COVID-19, a muchas personas se les puede enseñar a usar barbijos adecuadamente y lo harán de manera consistente sin abandonar otras medidas importantes contra el contagio.
     
  2. La segunda es que si existe voluntad política, la escasez de barbijos puede superarse rápidamente aumentando la capacidad de fabricación, algo que ya está sucediendo de manera informal.

En conclusión, ante una pandemia, la búsqueda de evidencia perfecta puede ser el enemigo de una buena política. Al igual que con los paracaídas para saltar de los aviones, es hora de actuar sin esperar pruebas aleatorias y ensayos controlados. Una preimpresión publicada recientemente de una revisión sistemática llegó a la misma conclusión.

Las máscaras faciales o barbijos son simples, baratos y potencialmente efectivos y tanto dentro como fuera del hogar podrían tener un impacto sustancial en la transmisión de la infección, con cierto impacto en la vida social y económica.

Autor/a: Trisha Greenhalgh, Manuel B Schmid, Thomas Czypionka, Dirk Bassler, Laurence Gruer| Imagen: Unsplash | Fuente: BMJ 2020;369:m1435 Face masks for the public during the covid-19 crisis

Fuente: IntraMed

Acelerador del acceso a las herramientas contra la Covid-19

0

Visión y misión

Sobre la base de la visión de un planeta protegido contra el sufrimiento humano y las devastadoras consecuencias sociales y económicas que acarrea la COVID-19, un grupo inicial integrado por actores mundiales en la esfera de la salud (la Fundación Bill y Melinda Gates, la CEPI, la Alianza Gavi para las Vacunas, el Fondo Mundial, el UNITAID, la Wellcome Trust y la OMS), así como por asociados del sector privado y otras partes interesadas, hemos decidido poner en marcha un proyecto de colaboración sin precedentes, de carácter mundial y por un periodo de tiempo limitado, cuyo objetivo es acelerar en todo el mundo el desarrollo y la producción de nuevas tecnologías sanitarias esenciales para hacer frente a la COVID-19, así como el acceso equitativo a las mismas.

Sabemos que mientras haya alguien en riesgo por causa de este virus, el mundo entero está en riesgo: hay que proteger a todas las personas del planeta de esta enfermedad.

Compartimos la idea de que, además de medidas de salud pública basadas en pruebas, se necesitan medios de diagnóstico, tratamientos y vacunas innovadoras para hacer frente a la COVID-19, en tiempo récord y a una escala y con unos niveles de acceso sin precedentes, si queremos salvar millones de vidas e incontables billones de dólares, y devolver al mundo a una situación de «normalidad».

Reconocemos el importante volumen de trabajo, inversiones e iniciativas fundamentales que ya se están llevando a cabo en todo el mundo para agilizar el desarrollo y el despliegue de productos e intervenciones innovadores relacionados con la COVID-19.

Entendemos que el desarrollo y despliegue de productos innovadores es esencial, pero que no será suficiente. Debemos acelerar de manera simultánea y urgente el fortalecimiento de sistemas y capacidades sostenibles en la esfera de la salud que faciliten la entrega de las nuevas herramientas contra la COVID-19 a quienes las necesitan y que mitiguen las repercusiones indirectas sobre otras enfermedades.  

Recordamos las enseñanzas del pasado, que han demostrado que incluso cuando el mundo dispone de herramientas eficaces, a menudo solo algunas personas están protegidas por ellas, mientras que otras no. Esta inequidad es inaceptable: todas las herramientas para hacer frente a la COVID-19 deben estar a disposición de todos. En la lucha contra la COVID-19 nadie debe quedar atrás.

Somos conscientes de que no podemos hacer esto solos y que debemos trabajar juntos en una alianza sin precedentes que sea capaz de integrar a todas las partes interesadas: dirigentes políticos, asociados de los sectores público y privado, la sociedad civil, los círculos académicos y todos los demás sectores involucrados de la sociedad. Debemos aprovechar nuestras distintas fortalezas y nuestras respectivas voces para impulsar conjuntamente el logro de soluciones colectivas, la aceleración del despliegue y la ampliación del acceso para todos. Cuanto trabajamos juntos somos más fuertes, más rápidos y más eficaces.

Nuestra misión no consiste únicamente en acelerar el desarrollo y la disponibilidad de herramientas nuevas para hacer frente a la COVID-19, sino también en acelerar el acceso equitativo de todo el mundo a medios de diagnóstico, tratamientos y vacunas que sean seguros, eficaces, asequibles y de calidad, y en garantizar de este modo que nadie quede atrás en la lucha contra la COVID-19.

Nuestro compromiso

  1. Nos comprometemos con el objetivo compartido de lograr un acceso mundial equitativo para todas las personas a las herramientas innovadoras contra la COVID-19.
  2. Nos comprometemos a un nivel de asociación sin precedentes, esto es, a involucrar proactivamente a las partes interesadas; a alinear y coordinar esfuerzos; a aprovechar los mecanismos de colaboración existentes; a idear soluciones de forma colectiva; y a fundamentar nuestra asociación en la transparencia y la ciencia.
  3. Nos comprometemos a crear una voz fuerte y unificada para maximizar el impacto, desde el reconocimiento de que la solución no pasa en este caso por una autoridad decisoria singular, sino por la resolución colectiva de problemas, la interconexión y la inclusión, de modo que todas las partes interesadas puedan ponerse en contacto y beneficiarse de la experiencia, los conocimientos y las actividades de esta plataforma compartida orientada a la acción.
  4. Nos comprometemos a aprovechar las experiencias del pasado para lograr este objetivo, y en particular para garantizar que todas las actividades que emprendamos se ejecuten teniendo en cuenta el acceso mundial equitativo y prestando atención a las voces de las comunidades más afectadas.
  5. Nos comprometemos a rendir cuentas ante el mundo, ante las comunidades y entre nosotros. Nos une el espíritu de solidaridad y de servicio a la humanidad para llevar a la práctica nuestra misión y nuestra visión.

Nuestro llamamiento

Hacemos un llamamiento a la comunidad mundial y a los dirigentes políticos para que apoyen este proyecto histórico de colaboración, y a los donantes para que aporten los recursos necesarios para acelerar el logro de sus objetivos, aprovechando la oportunidad que ofrece la campaña de promesas de contribuciones que comenzará el 4 de mayo de 2020.

Fuente: OMS

Foto: Pexels

La situación del personal de salud y la COVID-19

0

La secretaria de Acceso a la Salud del Ministerio de Salud de Argentina, Carla Vizzotti, actualizó el 6 de mayo la situación del personal de salud respecto de la pandemia de COVID-19. “De los 7.617 notificados se han confirmado 863 casos, de los cuales 841 no tienen antecedente de viaje. Constituye 16,7% de los casos confirmados”, afirmó y aclaró que “no es un tasa y que en un contexto de aislamiento físico, preventivo y obligatorio, el personal de salud es una de las pocas actividades en que se puede salir a trabajar, por lo cual es esperable que en la proporción de casos confirmados tenga un porcentaje relevante”.

El 36% de los casos del personal de salud tiene entre 30 y 39 años, 63% son mujeres, y en terapia intensiva hay 25 personas que tienen el antecedente de ser trabajador de la salud, lo cual constituye 2,9% del total de esta actividad. Los recuperados son 260, lo que constituye 30%, y de los nueve fallecidos, ocho tenían factores de riesgo. La tasa de letalidad en este grupo es de 1%.

Por otra parte, la viceministra brindó detalles sobre el desarrollo de los operativos que se están realizando en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) y en la provincia de Buenos Aires en el marco del Dispositivo Estratégico de Testeo para Coronavirus en Territorio de Argentina (DETeCTAr) destinado a la búsqueda activa de personas febriles en barrios vulnerables.

Así fue como el 5 de mayo en Quilmes los equipos de la Nación, de la provincia de Buenos Aires, del municipio y de las organizaciones sociales relevaron 50 manzanas con 1.857 viviendas y 7.932 habitantes. “Se identificaron 15 personas sintomáticas que fueron evaluadas, de las cuáles 10 cumplían con la definición de caso, por lo cual fueron hisopadas y sus muestras derivadas a la Universidad de Quilmes”, indicó Vizzotti y añadió que del 6 de mayo continuó el operativo en el que se amplió la zona y se visitaron a los contactos de los casos confirmados y de los sospechosos.

En forma paralela y en conjunto con los equipos de CABA, en el barrio ‘Padre Mugica’ se visitaron 158 hogares, en los que se comenzó con los contactos estrechos de los casos confirmados identificados. Se entrevistaron a 496 personas, de las cuales 38 reunían las condiciones para ser consideradas casos, por lo cual se les realizó el hisopado para su posterior análisis con el test de reacción en cadena de la polimerasa (PCR). “El 5 de mayo, la Administración Nacional de Laboratorios e Institutos de Salud (ANLIS) ‘Dr. Carlos Gregorio Malbrán’ procesó 16 muestras, de los cuales nueve fueron positivas y el 6 de mayo terminará de procesar el resto”, adelantó.

El objetivo de estos operativos es implementar acciones intensificadas de detección precoz, prestar cuidados y minimizar la transmisión a través del aislamiento de los casos confirmados y el seguimiento estricto de los contactos de esos casos. “La Nación está apoyando a las 24 jurisdicciones en este desafío que es minimizar la transmisión y el impacto de la COVID-19 en Argentina”.

Respecto de los datos epidemiológicos de COVID-19, el subsecretario de Estrategias Sanitarias, Alejandro Salvador Costa, anunció que la ciudad santafesina de Rafaela dejó de tener transmisión local por conglomerados, y agregó que Catamarca y Formosa continúan sin casos, San Juan y La Pampa solo tienen casos importados relacionados con viajes y que La Pampa, San Juan, San Luis y Jujuy no tienen casos desde los últimos 14 días.

Donación de plasma de pacientes recuperados de COVID-19

Semanas atrás el ministro de Salud de la Nación, Ginés Mario González García creó a través de la Resolución 783 un plan estratégico para regular el uso terapéutico de plasma de pacientes convalecientes de COVID-19.

“Todo paciente que se curó y tuvo contacto con el virus, desarrolló en su plasma un anticuerpo que podría ser de utilidad y favorable para los pacientes que están cursando la enfermedad”, explicó el coordinador de la Dirección de Sangre y Medicina Transfusional, Daniel Gustavo Fontana.

Hasta el momento, a nivel internacional, no existe evidencia científica, dado el carácter nuevo del virus, que demuestre que el uso del plasma de pacientes recuperados de COVID-19 en pacientes que estén cursando la enfermedad sea realmente seguro y eficaz. “En función de esta situación, el Ministerio de Salud elaboró el ensayo clínico nacional para evaluar la seguridad y la eficacia del plasma en estos pacientes”, señaló Fontana.

Se trata de un ensayo multicéntrico que cuenta con la colaboración de distintas instituciones del país como el Hospital de Pediatría SAMIC (Servicio de Atención Médica Integral para la Comunidad) ‘Prof. Dr. Juan Pedro Garrahan’, a cargo de la coordinación metodológica del proyecto; el Instituto Nacional de Enfermedades Virales Humanas ‘Dr. Julio Isidro Maiztegui’; la Administración Nacional de Laboratorios e Institutos de Salud ‘Dr. Carlos Gregorio Malbrán’; el Instituto de Microbiología y Parasitología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires; la Asociación Argentina de Hemoterapia, Inmunohematología y Terapia Celular; la Sociedad Argentina de Infectología y la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva. “Entre todos construimos este ensayo clínico nacional que empezó a funcionar el 11 de mayo con seis centros destinados a captar donaciones de pacientes recuperados”, agregó.

Los casos nuevos

El Ministerio de Salud de la Nación registró el 7 de mayo nueve muertes por COVID-19 y 163 contagios en las últimas 24 horas. Así, la cifra del total de infectados en todo el país ascendió 5.371 y las víctimas fatales suman 282.

Tabla 2. Casos y muertes notificados y tasas de incidencia y letalidad, según jurisdicción. Argentina. Año 2020, hasta el 7 de mayo. Fuente: Ministerio de Salud de Argentina.

Del total de esos casos, 929 (17,3%) son importados, 2.372 (44,2%) son contactos estrechos de casos confirmados, 1.597 (29,7%) son casos de circulación comunitaria y el resto se encuentra bajo investigación epidemiológica.

Los casos fatales se registraron en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (una mujer de 94 años y un hombre de 60 años) y en las provincias de Buenos Aires (cuatro hombres de 73, 77, 83 y 85 años, y dos mujeres de 86 y 88 años) y Santa Fe (un hombre de 63 años)

Los 163 casos nuevos se registraron en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (77 casos), y en las provincias de Buenos Aires (50), Chaco (26), Córdoba (4), Río Negro (3), Corrientes (1), La Rioja (1) y de San Juan (1).

Formosa y Catamarca son las únicas jurisdicciones que hasta el momento no han presentado casos de COVID-19.

El 6 de mayo se tomaron 2.883 nuevas muestras; desde el inicio del brote se realizaron 75.198 pruebas diagnósticas para esta enfermedad, lo que equivale a 1.657,2 muestras cada millón de habitantes.

El número de casos descartados hasta ayer es de 57.828 (por laboratorio y por criterio clínico/epidemiológico). Un total de 1.601 personas han recibido el alta.

La franja etaria más afectada es la de 20 a 59 años, siendo la edad promedio de 42 años.

Ante la inmediata extensión de la cuarentena que decretará el Poder Ejecutivo, la principal incertidumbre es conocer qué acciones serán flexibilizadas y qué sectores productivos volverán a ponerse en marcha. Según fuentes oficiales, parte de las actividades que la Ciudad Autónoma de Buenos Aires planea habilitar desde la próxima semana, y que informó por estas horas al Gobierno, se relacionan con la construcción privada con limitaciones y con los comercios minoristas.

Gráfico 3. Casos confirmados y tendencia. Argentina. Del 3 de marzo al 7 de mayo de 2020. Fuente: Ministerio de Salud de Argentina.

En la provincia de Buenos Aires, la intención, con base en las recomendaciones de los expertos sanitarios, es finalizar con el aislamiento físico sólo en aquellas actividades productivas relacionadas con la industria y fábricas. El gobernador bonaerense, Axel Kicillof, entiende que esta rama de la economía moviliza una cantidad de gente controlable por horarios y zonas. Es decir que la apertura del aislamiento en este caso será focalizada.

El Presidente Alberto Ángel Fernández aguarda que las provincias presenten las excepciones al confinamiento y en reunión con su jefe de Gabinete, Santiago Andrés Cafiero, y el comité de expertos resolverá los alcances de las distintas actividades que se habilitarán a partir del 11 de mayo.

Fuente: REC

Información oportuna y precisa para disipar la “infodemia”

0

Una infodemia es una sobreabundancia de información, en parte precisa y en parte no, lo que dificulta que las personas encuentren fuentes seguras y orientación confiable cuando la necesiten. Presenta un problema grave para la salud pública, ya que las personas necesitan esta guía para saber qué acciones tomar para protegerse a sí mismas y a los demás, y ayudar a mitigar el impacto de una enfermedad. En el contexto de la pandemia de la enfermedad por el coronavirus 2019 (COVID-19), la infodemia se ve exacerbada por la escala global de la emergencia y por su propagación a través de la interconexión, en que la información se difunde y se consume a través de las plataformas de redes sociales y otros canales. Si bien la infodemia es un desafío importante para la respuesta a brotes, presenta una oportunidad para identificar y adaptar nuevas herramientas de preparación y respuesta.

La infodemia de la COVID-19 abarca cuatro áreas temáticas principales donde las personas buscan información confiable y encuentran datos erróneos y rumores: la causa y el origen del virus y la enfermedad; sus síntomas y patrones de transmisión; los tratamientos, profilaxis y curas disponibles; y la efectividad e impacto de las intervenciones de las autoridades de salud u otras instituciones.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha estado manejando la infodemia a través de una amplia gama de métodos, como la orientación técnica precisa y oportuna, informes científicos y de situación, conferencias de prensa periódicas, videos educativos y capacitaciones, “desmitificadores”, participación activa en plataformas de redes sociales y orientación personalizada para sectores claves como salud, alimentación y agricultura, y viajes y turismo, entre otros.

Los días 7 y 8 de abril, la Red de Información para Epidemias (EPI-WIN) de la OMS celebró una consulta mundial en línea de dos días sobre la gestión de la infodemia de la COVID-19. La consulta reunió ideas de un grupo interdisciplinario de expertos y 1.375 participantes del seminario web. También se presentaron más de 500 ideas a través de un foro interactivo en línea. Estas ideas formarán la base de un marco informativo para la COVID-19 para guiar las acciones de los gobiernos y las instituciones de salud pública, y estarán disponibles en los próximos días.

El marco se construirá alrededor de cuatro principios clave:

  1. Las intervenciones y los mensajes deben basarse en la ciencia y la evidencia.
  2. Este conocimiento debe traducirse en mensajes factibles que cambien el comportamiento, presentados de manera que sean accesibles para todos los sectores de todas las sociedades.
  3. Los gobiernos deben comunicarse con las comunidades clave para comprender sus inquietudes y necesidades de información, para adaptar mejor los consejos y mensajes que pueden ayudar a estas comunidades a dirigirse a su público.
  4. Deben crearse asociaciones estratégicas con las redes sociales y las plataformas tecnológicas y las partes interesadas, junto con otros grupos de interés relevantes, como los académicos y la sociedad civil.

La consulta destacó temas claros y necesidades que se desarrollarán más en el marco. Incluyen, pero no se limitan a:

  • La necesidad de: (a) coordinación internacional de la respuesta a la infodemia, incluso en torno a cuestiones básicas como la terminología; y (b) métodos coordinados e integrados para gestionar el flujo de información para obtener el máximo impacto positivo. Para llenar estos vacíos, son cruciales una visión general y la comprensión de la distribución y el intercambio de información.
  • La confianza pública en la autoridad de salud y otras autoridades relevantes es esencial para mitigar el impacto negativo de una infodemia. Para generar y mantener la confianza, las agencias de salud pública y otras autoridades deben ser transparentes acerca de la situación a medida que esta se desarrolla.
  • La educación para la salud y la alfabetización en salud son importantes para ayudar a las personas a recibir y actuar con información confiable.
  • La resistencia a la desinformación depende de una fuerte alfabetización digital y sanitaria. Para facilitar esto, las autoridades podrían realizar campañas de información sobre cómo transmitir información precisa, de manera similar a como promueven la higiene personal.
  • La cooperación multidisciplinaria es clave para una respuesta efectiva a una infodemia. El alcance y la efectividad de las posibles medidas de respuesta aumentan en relación con el grado de cooperación entre todos estos actores, en toda la sociedad.
  • También puede ser necesario un cambio cultural generalizado en torno al manejo de la información en línea (por ejemplo, personas que se retracten y eliminen publicaciones inexactas que podrían haber compartido).
  • La información precisa debe adaptarse a las diferentes culturas, idiomas y capacidades de alfabetización, extendiéndose a las comunidades marginadas y vulnerables.
  • La educación sanitaria antes de una crisis siempre es enormemente valiosa.

La gestión de la pandemia de COVID-19 y la infodemia relacionada requiere una acción rápida, regular y coordinada de múltiples sectores de la sociedad y el gobierno. La traducción oportuna de la evidencia al conocimiento que las personas pueden usar, adaptada a sus culturas, idiomas y contextos locales, seguirá siendo crucial para combatir la información errónea y salvar vidas a medida que la pandemia continúa evolucionando.

Fuente: REC

Información enviada por corresponsales de El Microscopio: Bolivia

0

Reporta Álvaro Justiniano Grosz, Corresponsal de El Microscopio en Bolivia y Presidente de la COLABIOCLI.

Más información:

Agenda

       

Radio El Microscopio

Últimas notas publicadas